Linaje labrado

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La cosa sobre el desierto es que es dos lugares al mismo tiempo.

Siempre ha sido así.

De día, cuando los soles brillan tanto como para quemar la superficie de la tierra, todo es cegador e incandescente y casi imposible de mirar. De noche, la tierra toma un suspiro y abre los ojos –o las fauces–. Ahsoka siempre decía que la noche era "el territorio de los animales" y Luke nunca se había percatado de la verdad que esa frase contenía hasta en ese preciso momento.

Ha decidido andar hacia donde sabe que está su padre. Escucharía la motojet de Soka si la tomara. Escucharía su x-wing, con mayor razón. La única manera de llegar a él es así, de pie, como una rata womp, andando despacio entre las dunas que se hacen y se deshacen por el inexorable viento nocturno. Ahsoka les había contado esa historia, de como la rata womp era el único animal que, pequeño y silencioso, se había acercado al dragón de krayt para robarle su perla, luego de que el resto de la fauna de Tatooine hubiera fracasado en la empresa.

"Genial, ahora me estoy comparando con una rata", se dijo a sí mismo, repentinamente cansado. Ya había andado durante tres horas. Sólo había tomado su cantimplora de agua, el poncho de Leia y el sable de Obi-Wan consigo. Eso y el deseo de ver a su padre eran sus únicos acompañantes en el desierto que se oscurecía a cada paso.

Leia y él solían correr hacia las salinas a esa hora, cuando Rex estaba afuera, cerrando los tubos de escape de las evaporadoras y los dos aprovechaban para escabullírsele y salir despedidos hacia donde la arena se convertía en cristales y pisar la sal con violencia. Les gustaba sentir el crujido de la sal debajo de las botas y recolectar el cristal más grande y llevarlo a la granja, junto con el resto de los cuarzos que habían tomado. A esa hora, cuando solamente quedaba en el horizonte un gajo plateado de Tatoo, los dos se quedaban viendo el cielo, esperando a que comenzaran a aparecer las primeras estrellas.

Luke miró hacia arriba. Lo acompañaba Chenini, la luna más pequeña, y un par de estrellas que empezaban a centellear. Quizá esa de allá era Ohann. Quizá esa diminuta mota era Dopa-Gasha. De más niño se había aprendido de memoria las estrellas y constelaciones, obsesionado con salir de Tatooine y verlas por sí mismo. Leia y él solían jugar a repetirse los nombres de las estrellas hasta que Cody les gritaba que se callaran por el amor de la Fuerza.

Suspiró.

El maestro Yoda tenía razón. No había sido buena idea volver. Haber visto a Ahsoka le había parecido como un golpe directo en el pecho. Había intentado mantener la compostura. Hacerle ver que él ya era un adulto, sin necesidad de que lo cuidara otro día más. Al contrario, él estaba allí para cuidar de ella, aunque no quisiera. Pero al verla, tan sola en medio del desierto, todavía atada a la granja de su padre, a un planeta que no era suyo, entre personas que no eran su familia, le había parecido desolador.

Además, le había dicho que Cody estaba enfermo. No de algo en particular , le contó, mirándose las botas. Pero de edad, quizá. Los clones no estaban hechos para vivir tantos años .

Él mismo se había prometido volver a Tatooine, una vez acabado su entrenamiento en Dagobah. Nunca había albergado las aspiraciones grandilocuentes de Leia. Y si quería seguir con el plan de Yoda y volver a reconstruir la escuela de los jedi, debía hacerlo con Ahsoka a su lado. Ella, además, sabía un par de cosas más sobre criar a niños en la Fuerza.

Yoda no estaba de acuerdo con él, por supuesto: "Herida por los vínculos de su pasado y su presente, Ahsoka Tano está", le había dicho. "El camino de los jedi, el suyo ya no es".

Además de él, el maestro Qui-Gon le había dicho que volver sería una tontería. Lo conoció a las 3 semanas de llegar a Dagobah, cuando corría con Yoda a cuestas y casi chocaba con el tronco podrido de un árbol. "Tu padre era igual que tú, joven amigo", le dijo una voz, primero, y luego, un hombre de cabello largo y semblante severo. "Un peligro para sí mismo y los demás". Recordó que Ahsoka lo había mencionado, un par de veces quizá

El tejido de nuestras almasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora