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Pasaron 3 meses, su relación era conocida por todos los miembros del Imperio por culpa de Shadoune. Estaba tan emocionado que les contó en la cena. Mayichi fue quien les confirmó la noticia y luego le contó a Cristinini lo que había sucedido. Luh también se enteró de forma accidental, estuvo presente cuando la castaña afirmó todo, estaba algo decepcionado por lo que estaban haciendo. Pero él prometió no decir nada y les aconsejó que debían terminar con todo antes de que pasara a peor.

Era un día soleado con pronóstico de lluvia, uno inventado por Mery debido a las lluvias de su desierto. Cristinini tenía una pequeña caja violeta en su mano izquierda y un auricular en la derecha, cortesía de Rubik, trataba de darse ánimos para tocar el timbre del palacio acuático de su novia.

—¡Pero póntelo ya! —le gritó susurrando Conter ya frustrado.

—Cállate, boludo—Farfadox lo volvió a empujar a los arbustos.

Pidió ayuda para tener una cita con Mayichi, una que fuera presentable ante todas las que ella tuvo con Folagor. Aunque no fuera tan sano para su cabeza. Siempre estaba comparando las acciones que tenía él y las que ella realizaba. Él la trataba como una princesa, ella como un amor más.

Sacudió la campana que resonó en todo el vacío del palacio, se asustó levemente ante el eco. Mayichi salió del agua que estaba a un lado de la entrada, se sacudió como si fuera un gato, y le sonrió.

—¿Necesitas algo, Cris?

—May—se puso firme y le miró seria—, ¿cuál es tu apellido?

—Pues, no tengo apellido, ninguno lo tiene—maldijo por lo bajo—. ¿Dije algo malo?

—No, nada—escuchó las palabras del caballero de netherite por el auricular—. Solo quería invitarte a tomar o comer algo, tener una cita contigo lejos de La República, como siempre estás con el pibe pokebola pensé que estaría bueno que tengamos un tiempo para las dos.

—Claro que me encantaría, ¿qué tal esta noche? No tengo nada que hacer y Shadoune seguro nos presta la plaza de su torre Eiffel.

Sonrió asintiendo como respuesta. Tenía un peso menos en su pecho, solo quedaba la organización para dejarlo como algo memorable para la castaña. Seguro llevaría otro gato para jugar con Ladilla y disfrutar un momento en felicidad de familia, aunque la gata blanca era la hija suya con el francés, pero no importaba en esos momentos.

Su mundo se volvió negro de pronto, cayó desplomada al suelo sin entender que había pasado. No tuvo ni momento para reaccionar.

—¿Cris? ¿¡Cris!? —la dio vuelta y vio revisó a la chica inconsciente, algo había golpeado su cabeza.

—¡Juro que no fui yo! —se sobresaltó al escuchar la voz de Vandal, este cayó del techo e iba corriendo directo al portal para escaparse— ¡Si necesitan un abogado, ya saben, llámenme!

Pequeños Momentos | MayininiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora