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El cielo, las estrellas, la luna, el mar, la tierra. Todo se sentía tan vacío y sin sentido. Desde que había llegado a esas tierras, sin ninguna memoria y con un mal creciendo en su interior, su único objetivo había sido recuperar sus recuerdos únicamente por una persona. Cristinini se formó su todo, su calma, su tormento. La dueña de su felicidad junto a su desesperación. La que recordaba como una humana apareció convertida en un androide, uno que no sentía absolutamente y cada vez destrozaba cada vez más su corazón.

Acarició su gato con fuerza, todavía tenía a sus animales para animarse. Pero se sentía difícil avanzar con tanto dolor en el pecho. Cuando parecía que la felicidad volvía a su ser, que Cris mostraba alguna emoción hacía ella, todo caía nuevamente con los pedazos separados. Tenía un corazón que solo estaba esperando su propia muerte.

Sonrió al recordar los besos, los coqueteos que se hacían. El momento que llegó cantándole la serenata, aquella noche fue la más hermosa de su corazón. Recuerdo que se arruinó con aquella revista que tuvo en sus manos, su prometida estaba besando a una de sus amigas. Incluso tuvo una prueba en video en el cual ambas confirmaban el hecho.

El sol estaba subiendo, era la madrugada. No pudo evitar mirar el hogar de Cristinini.

–¿Qué puedo hacer para olvidarte?

Estiró su mano hacia el sol, era tan brillante. Soltó un suspiro largo, de aquellos que solo te deprimían más, entendía que su recuperación sería lenta y seguramente con más dolor del que tendría ahora. Pero debía ser fuerte, su sensei también se lo dijo. Sin embargo, no podía dejar de tener esperanza de que Cristinini apareciera en la entrada su casa, tratando de explicarle lo sucedido.

El amor te hacía tan iluso y ciego.

–Después de todo, no puedes tapar con las manos el sol–besó la foto que tenía de Cristinini, sonriendo al sentir sus lágrimas caer.

Pequeños Momentos | MayininiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora