Hugo
Lo que daría ahora mismo por ser un simple habitante del pueblo de Aldara, un reino gobernado por un rey al que no le importa demasiado el sufrimiento de este y se conforma con que los demás soberanos de los alrededores se piensen que deberían parecerse a él.
No necesitaba ser uno de alta nobleza, no necesitaba ni siquiera nombre, solo un camino, aunque no supiera donde acaba; sin un destino, solo caminar y parame a saludar de vez en cuando sin tener otra preocupación que llegar al día siguiente.
Pero eso nunca podría hacerse realidad. Mi vida consistía en acudir a reuniones con mi padre dentro y fuera del reino, solo para aparentar que, ahora después de la adversidad que tuvimos que pasar, estábamos más unidos que nunca.
Aunque fuera mentira.
Mi papel en ese tipo de hazañas era mantenerme detrás de él mirando fijamente a la persona que estuviese delante de mí sin poder hablar ni dar mi opinión. Es agotador tener tantas cosas que debatir y no poder ni soltarlas por miedo a meter al reino en un compromiso o por alguna reprimenda que mi padre me soltaría después.
Esa noche nos encontrábamos en la sala del comedor del castillo. Mi padre había invitado a los tres grandes reyes de los reinos de alrededor. En estos se encontraba Esteban, rey de Esculdia, reino que compartía frontera con nosotros mediante el bosque.
Era un hombre al que mirabas y en su cara veías reflejada la mirada de los antiguos vikingos que surcaban los mares. Era de alta estatura con unos brazos tan anchos como una persona real y una tez suave y del color de la nieve, tenía unos ojos de hielo que te congelaban con solo mirarle y una hermosa cabellera del color del cobre anudada en una especie de trenza.
Bebía, de la copa que mi padre había servido a todos los comensales, un sorbo de vino y se metía un gran trozo de la carne de su plato, tragándolo casi sin masticar. Comía con la boca abierta, incitándonos a ver como procesaba su comida, acompañándolo de un estridente sonido que hizo que se me quitaran las ganas de seguir comiendo lo mismo que él.
Sin haber dejado aún de masticar levantó la cabeza en dirección a mi padre y le propuso algo.
-Philip,- Su voz era áspera y no te dejaba quitarle ojo de encima.- en mi reino la gente se queja de que sus casas están amontonadas, la gente joven quiere formar sus familias y abrir establecimientos.- Esculdia era un reino muy rico en extranjeros sin hogar que paran allí para rehacer sus vidas.- Yo no veo que tengas el mismo problema con aquel bosque que no utilizas para nada en especial y toda la orilla del río.
Mi padre, que no había levantado la cabeza mientras Esteban hablaba se irguió en su asiento.
Me percaté del chaval que estaba sentado al lado del rey de Esculdia. Si no me fallaba la memoria se llamaba Marco, era su hijo mayor y tenía mi misma edad. Era una réplica exacta de su padre, pero a él le salpicaban la cara unas pronunciadas pecas.
Su rostro al mirar a mi padre se ensombreció, eso me hizo pensar en lo descarados que eran los reyes entre ellos, porque a todo el mundo se le exigía que los trataran como mismos dioses, pero entre ellos se hablaban y miraban como si estuvieran en una cuadra rodeados de cerdos. Igual se debía a que ellos mismos sabían que tampoco eran para tanto, pero que si las personas que tienen al lado les alababan estaba bien.
-Mira Esteban.- Dijo serio y frío.- Si tu reino se te queda pequeño no es culpa de los demás que te rodean, yo no voy a permitir que mi población viva como si estuviera en una ratonera para que tu tengas tres tabernas nuevas.- Se calló e impuso el silencio en toda la sala.
Después de aquella incomoda charla, todo el mundo se centró en su plato de comida y rara vez se oía algún murmullo.
Al levantar la cabeza me fijé en que, no muy lejos de mí, se sentaba el rey de Odilia, Carlos. Era un hombre de mediana edad, con el pelo denso y castaño cayéndole por los hombros. Sus facciones faciales estaban bastante marcadas, tenía los pómulos realzados y no tenía arrugas en la frente, pero sí que se notaban al achinar esos ojos verdes. Tenía un cuerpo tonificado, según fuentes de información, era el profesor de batalla en la academia de su reino.
ESTÁS LEYENDO
EL MEJOR DESASTRE DE MI VIDA
RomanceHugo Burger es un joven de diecisiete años normal hasta que te das cuenta de que es el Heredero al trono de Aldara, un pequeño reino de unos mil habitantes, aproximadamente. Por otra parte, Tessa Garber, es la hija pequeña de dos hermanas, una de e...