Tessa
Avanzamos en silencio por los interminables pasillos de la sala. Era una zona que no conocía, más lúgubre, más escondida. Las risas de los nobles no llegaban allí, y la luz parecía repeler ese sitio. No había cuadros en las paredes, y todas las cortinas tapaban los ventanales.
Llegamos a una puerta, la cual parecía haber estado cerrada durante siglos. Hugo se adelantó y sacó un manojo de llaves. Encajó la más grande en la cerradura y la puerta se abrió con un estridente crujido.
-Pasar- nos invitó.
Dentro, en el ambiente se respiraba humedad. Las paredes tenían unas enormes manchas mohosas y había trozos descorchados. Quien fuera que utilizara esa habitación, hacía mucho que no venía por ahí.
Pero todo dejó de importar cuando me fijé en lo que había en medio de la sala. Mis pies se movieron solos hasta el centro, donde una máquina de coser de hace muchísimos años, se encontraba. Justo el modelo que había soñado durante toda mi vida.
Me giro hacía mi hermana y hacía Hugo, ellos están cerca de la puerta, con una inmensa sonrisa, aunque no tan resplandeciente como la mía.
-Este modelo es imposible de encontrar- le digo al príncipe-, ¿dónde la has conseguido?
Su sonrisa se fue esfumando a medida que comprendía la pregunta. Dejó de mirarme y fijó su vista en el suelo.
-Era de mi madre- la sonrisa que esbozaba no era alegre, sino llena de nostalgia-, nunca la supo usar, pero le fascinaba verla. Le encantaba todo lo antiguo. Tenía muchas cosas que otras personas necesitaban y ella no usaba, pero a todo le daba un valor sentimental- su voz se iba quebrando a medida que hablaba-. Es tuya. Calista me contó que te encantaba coser y... esto está aquí cogiendo polvo.
-No... no puedo aceptar esto.
-Claro que puedes- Calista me miraba, aunque su cara bailaba entre la alegría y la tristeza.
La miré. Ella me asintió sin hablar. Desvié la mirada al príncipe. Su sonrisa no tenía precio. Y yo también asentí. Corrí a su encuentro y me abalancé sobre ellos, rodeándome con los brazos. Más bien ahogándolos.
Mientras yo era un manojo de lágrimas y gracias, las puertas del otro lado de la sala se abrieron y una cantidad ingente de hombres empezó a salir de ellas. Aturdidos por tal situación, los tres nos quedamos admirando las puertas mientras muchos de los nobles que había visto en la fiesta antes, comenzaban a llenar la sala.
Pero el que más llamó la atención fue un chico menudo que salió de la puerta central, aplaudiendo. Sus aplausos eran lentos y rítmicos, siempre a la misma velocidad, y su mirada no se apartaba de la de Calista.
Cuando el silencio volvió a reinar en la habitación, el hombre sonrió.
-Qué momento familiar tan bonito- su voz era áspera. Mi piel se erizó-. Da gusto ver cómo se consolidan los nuevos lazos.
-¿Mason?- preguntó Hugo, confuso.
-Príncipe- el tal Mason hizo una reverencia cargada de sorna-. Es un placer verle, como siempre.
Calista, que parecía impasible ante toda esa situación, habló.
-¿Qué hacéis aquí?
-Oh, Calista, ¿dónde han quedado tus modales?
Toda esa proximidad, todos esos coloquios. ¿Es qué se conocían?
-¿Esta es Tessa?- dijo el chico, mientras se acercaba.
-No le hagas nada- su voz era tan rígida que hasta daba escalofríos-. Ni le mires.
Mason seguía riendo mientras su cercanía cada vez era más asfixiante. Dejó de mirarme a mí para centrarse en mi hermana. Hugo dio un paso al frente, demasiado efusivo, cuando la mano del chico atrapó un mechón de pelo de Calista, aunque no pudo ir mucho más lejos, pues, al ver la acción, uno de los hombres de Mason le agarró.
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EL MEJOR DESASTRE DE MI VIDA
RomanceHugo Burger es un joven de diecisiete años normal hasta que te das cuenta de que es el Heredero al trono de Aldara, un pequeño reino de unos mil habitantes, aproximadamente. Por otra parte, Tessa Garber, es la hija pequeña de dos hermanas, una de e...