Primer Encuentro: Lavadora

3.3K 83 35
                                    

El líquido dorado se deslizaba por su garganta con facilidad, aunque estaba un poco helado. La frescura era tan bien recibida por su cuerpo que de un solo sorbo se tomó media jarra. Un residuo de giste quedó sobre su labio superior y él lo retiró con su lengua para luego colocar la espumante cerveza sobre la barra. No era un día extremadamente caluroso en San Marcos, aún así Franco sentía que por momentos se ahogaba. Era tan solo su primera feria desde su regreso y este había olvidado lo concurridos que solían ser aquellos eventos. La multitud de gente era más exagerada que de costumbre gracias a las nuevas relaciones turísticas del alcalde Juvenal Correa.

Girando el taburete en el que se encontraba sentado, volvió a adquirir acceso a la imagen que le interesaba. No quería perder de vista a la ganadora de la competencia de paso fino, en ese año. A una distancia generosa, ella se encontraba cumpliendo con algunas actividades requeridas por su campeonato, él se encargaba de brindarle espacio para luego reunirse con ella y con su familia.

A su alrededor, los murmullos de la gente eran todos de halagos hacia la magnífica competencia que acababa de tomar lugar unos minutos atrás. Entre sus sobrinos, su hermano y su esposa ya llevaban dos primeros lugares y un segundo puesto. A las haciendas Reyes Elizondo no les podía haber estado yendo mejor y tan solo era el primer día de la feria.

"Pero es que mirala. Tan solo mira a esa mujer, eso es lo que yo llamo una buena yegua, una yegua fina, amigo mío." Le escuchó decir a un hombre que se había sentado al lado suyo y que platicaba muy agusto con otro amigo. "Esta buenisima la condenada. ¿Si viste como domino a esa bestia de animal?" Continuó diciendo el hombre con un acento extraño. "Uy, lo que daría para que me dominara a mi de esa manera."

Gracias a su léxico y su forma de hablar Franco logró discernir qué se trataba de unos turistas y no de un par de lugareños. No obstante, no pudo evitar sentir incomodidad e incluso un poco de coraje al seguir las miradas y las señas de los caballeros para darse cuenta de que estaban hablando de Sara. A él no le parecía mal que otros hombres elogiaran a su esposa o que se la encontraran atractiva, porque al menos de que fueran ciegos, eso era evidente y estaban en todo su derecho de expresar lo obvio. Lo que le enfurecia era la forma tan corriente en la que hablaban de su mujer. Para él, ella era lo más preciado del mundo y merecía ser tratada con respeto, hasta por unos desconocidos.

Llegando a la resolución de que era mejor no decir nada, respiró profundo y se dio la vuelta en el taburete para retomar la glaciada jarra de cerveza y beber nuevamente del líquido fresco. Para su pesar o su diversión los forasteros no cesaron sus comentarios y continuaron fantaseando con su esposa. Con su bebida en mano, se dio media vuelta para ver de qué tanto hablaban aquellos hombres que estaban embobados con la belleza de su mujer. La prensa había terminado de hacerle una entrevista a Sara y ahora la retrataban junto al ejemplar campeón.

"Mira como le queda esa ropa de montar. Esos pantalones no pueden estar más apretados. Debería ser un crimen estar así de buenota. ¡Dios, se va a montar!" Decía uno de los hombres quienes estaban embelesados con los ojos fijos en Sara.

Al parecer la fotógrafa que le sacaba fotos a su mujer le había pedido una foto sobre el caballo porque esta se estaba preparando para subirse sobre el animal, y cuando lo hizo los dejó a todos embobados. Incluyéndolo a él. El atuendo de Sara era muy especial ya que era un diseño único, hecho por Jimena, para ella. Era un juego de camisa y pantalón de talle alto, en color caramelo, acompañado por un par de botas y un sombrero color café. El pantalón fue hecho con una tela y un diseño particular; la estructura incorporaba la chaparrera al mismo pantalón sin necesidad de adherirla por separado, esa parte se podía diferencial porque el material era de cuero y de color cafe, al igual que las botas y el sombrero. El resto de la tela se ceñía a su esposa como una segunda piel.

EncuentrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora