Quinto Encuentro: Iglesia

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Sábado por la noche, la casa se encontraba en completa serenidad. Cuando Franco salió del estudio para subir hasta su habitación, se detuvo al pie de las escaleras, echando un vistazo a la puerta principal de la casa. Pensativo, recopiló un poco de su día; después de una mañana familiar en la hacienda Reyes, Gaby se había pasado gran parte de la tarde y el comienzo de la noche junto a él y Sara. Ahora estaba seguro que lo había hecho con la intención de que él estuviera apaciguado para que no le impusiera ningún tipo de pretexto cuando ella les informará que saldría esa noche. Su hija sabía que su madre no tendría ningún problema, especialmente porque iría en compañía de los mellizos y Sibila a la fiesta en casa de Henry, pero ¿Él? Al principio intentó oponerse, argumentando que era muy tarde para una reunión. Sin embargo, gracias a la intervención de Sara, bajó la guardia, parando de ingeniar excusas. No le quedó más remedio que resignarse, deseándole un rato agradable a su hija.

En el momento actual, estaba un poco inquieto. Levantó su brazo, exponiendo su muñeca para ver claramente su reloj. Aún era temprano, no eran ni las diez de la noche. Suspiró de manera audible, disponiéndose a subir hasta su habitación en busca de alguna distracción más eficaz, revisar correos electrónicos e informes de ventas no le había ayudado en lo absoluto.

Al entrar a su recamara, pensó que quizás su esposa había caído rendida del sueño, ya que sin terminar de atravesar el corto pasillo, notó que la luz tenue de las lámparas eran la únicas fuentes de luz. Cuando su vista encontró la cama, se dio cuenta de que estaba equivocado, ella no estaba dormida. Sara se encontraba muy agusto, boca abajo sobre el colchón, acostada por arriba de las sabanas, entretenida con lo que parecía ser un libro, pero lo que más llamó su atención fue su vestimenta para dormir. Ella siempre prefería dormir cómoda por encima de ponerse algo provocativo, lo cual a él no le importaba porque a ella todo le quedaba sexy sin tener que hacer esfuerzo alguno. En esa ocasión, vestía poca ropa, de todos modos estaba muy cómoda, razonó él, ya que tenía puesta una camiseta de algodón, aún así, aquel atuendo seguía siendo llamativo por todo lo que revelaba. Si una distracción era lo que buscaba, definitivamente la había encontrado. Con tan solo verla de esa manera, su cuerpo comenzó a reaccionar involuntariamente.

La observó con atención mientras se acercaba, su cabello oscuro caía en cascadas sobre sus hombros, actuando como una cortina que no le permitía ver su rostro, pero que no le impedía escuchar la pequeña risa que le producía la lectura. Sus piernas elevaban sus pies, los cuales se rozaban y bailaban en el aire al ritmo de su diversión. La camiseta blanca no pasaba de sus caderas, dejando su ropa interior completamente descubierta, ella había elegido unos cacheteros azules. Su esposa acostumbraba a usar tangas con frecuencia, aquella ropa interior no debía de parecerle más provocativa ya que era menos reveladora, pero había algo, en la forma que esa prenda abrazaba sus caderas y dejaba libre la parte baja de sus nalgas, que lo volvía loco.

Sara percibió su presencia, sintiendo la mirada de su marido sobre ella antes de darse la vuelta para verlo. Cuando lo hizo, de inmediato detectó en donde estaban posados sus ojos, ella lo miró divertida, con el buen humor y la gracia que le había ocasionado su lectura. Él la observaba con evidente deseo, subiendo sus ojeadas para sonreír con picardía.

"¿Qué estás leyendo? Se nota que es muy entretenido," comentó. Ella se acomodó, quedando recostada sobre su costado, él aprovechó el espacio que ella le cedió y se incorporó a la cama, sentándose delante de ella.

"¿Esto? Nada importante," le explicó con aparente diversión en su tono de voz. "Es un libro muy absurdo."

"¿Eh? Pero si te tiene toda sonriente," dijo sin comprender.

"Sí," asintió, volviendo a reír inevitablemente, "supongo que tiene sus aciertos, pero en parte, me burlo más de lo que aprendo. Es un libro... Un poco básico."

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