7. Two birds of a feather.

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Jennie llegó a aquel lugar donde Lisa descansaba y por más que intentó conseguir información sobre la Rubia. Nadie se la otorgó.

—Jennie te juro que Lisa por aquí no ha venido —dijo con seguridad Rosé.

—Rosé, por favor —Jennie unió sus manos—. Si sabes algo, dímelo.

Negó otra vez, —Lo siento, pero no.

Jennie sabía que Rosé le estaba diciendo la verdad. Y también que no preguntaría por lo que pasó ni porque la preocupación tan grande ya que ella no solía meterse en los asuntos de Lisa. Rosé mas o menos tenía una idea de a dónde iba Lisa cada vez que se sentía triste o quería tiempo a solas.

Pero al no saber cómo ocurrieron las cosas. Tampoco dijo nada. Jennie rendida, regresó a su casa, se dejó caer en las escaleras de la puerta principal; sabía que sus padres no habían llegado porque ella salió sin dar explicaciones sobre nada a nadie.

Sintió una luz acercarse. E inmediatamente su madre fue hasta ella y se sentó a un lado. Su padre hizo lo mismo y los tres se quedaron ahí.

Jennie no decía nada pero lágrimas salían de sus ojos. Sintió su mundo triste y todo por un estúpido mal entendido. Tragó saliva aún con el nudo en su garganta.

—¿Nos dirás que está pasando? —preguntó su padre en un susurro.

—Yo... —no pudo más y rompió en fuertes llantos y sollozos, recostando su cabeza en el hombro de su padre.

La señora Kim posó una mano sobre el hombro de su hija. A esperar que esta terminara de llorar; dándole el tiempo que necesitara.

Por otro lado. Lisa estaba sentada en aquella orilla de ese rio. Donde la única que hablaba era el agua al caer por la cascada. Se sentaba en soledad cuando sus pensamientos la abrumaban.

Parecía una estrella perdida. Miraba un poco de la luna. Se había hecho de noche. Todo ese tiempo había permanecido sentada ahí. Quería que ya llegara la primera, que pasara el invierno, que otoño y verano se fueran en sólo cinco minutos.

Y ahí le preguntaba a Dios el porqué.

No había pregunta concreta. Sólo ¿por qué?

Secó sus lágrimas con el dorso de su mano. Eran lágrimas silenciosas, lágrimas de esas que veías que querías llorar junto a la persona. Por más dura que fueras; dentro de ti siempre habrá una niña que quisiera permanecer las veinticuatro horas del día soltando todo lo que no puede explicar con palabras.

—Siempre te ha gustado venir aquí —interrumpió Rosé aquel silencio—. Jennie fue buscándote. Se notaba muy desesperada.

—Ajá. Me lo imaginé.

—¿Qué pasó? ¿pelea de parejas?

Lisa se mofó, —Parejas —repitió con un amargo en su tono de voz—. Ni siquiera sé si llegamos a ser amigas, cómo decíamos.

—Pues —Rosé se sentó en una piedra que había Justo al lado de Lisa—. No sé si amigas. Pero de que está jodidamente enamorada de ti, lo está.

—Claro. Cómo no. Mas sin embargo la vi besándose con un tipo —Lisa resopló—. Súper enamorada.

—Lisa... ¿tú estás segura de eso?

—Los vi, Roseanne. No soy ciega.

—Tal vez fue un mal ángulo. O puede que él la haya besado a ella.

<<Excusó tras excusa. Hasta había puesto a Rosé de su parte>>.

—Ya déjalo estar. Es más que obvio que esto pasaría. Es que mírame, una chica pobre, que hasta hace poco no sabía ni la primera vocal de abecedario; no soy nada comparada con ese tipo Rico, probablemente un sabelotodo; nada, Roseanne.

Two Birds. (Jenlisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora