II

130 12 7
                                    

La mañana después de la fiesta fue la
primera mañana en la que Rubén había
despertado con un gran problema en sus
pantalones, se sentía extraño, porque
literalmente tenía una tienda de campaña
en la pijama.

Rubén sacó el edredón de algodón, una ves
fuera de su cuerpo luchó para desenredarse
de los brazos de Irina, ella estaba roncando
suavemente y Rubén encontró que era un
poco molesto, sabía a ciencia cierta que
nunca roncaba y no estaba seguro si queria
aguantar sus ronquidos el resto de su vida.

Se dirigió al cuarto de baño que estaba
justo al lado de la cama (ni siquiera
pensaba en compartir el baño) y se miró en
el espejo,completamente asombrado por la
vista que se encontró.

Tenía el cabello tan despeinado que parecía
que no se lo había cepillado en años; su
camiseta de algodón se pegaba a su barriga
y su....oh dios, literalmente podía ver su pene
a través de sus pantalones, metido en el
material, el cual necesitaba desesperadamente liberarse.

Rubén suspiró y cerró la puerta antes de
sentarse en el inodoro y cerrar los ojos,
pensando en su abuela, su abuela en el
inodoro, su abuela en el baño desnuda sin
su dentadura, los pensamientos no solo
hicieron que su erección desapareciera, Si
no que también le dieran ganas de vomitar.

Después de que se cepilló los dientes y lavo
la cara volvió a la habitación para
encontrarse con Irina despierta, apoyada
contra la cabecera, revisando su teléfono.

-Buenos días amor -digo Rubén, las palabras
salieron como si hubiesen sido repasadas
cientos de veces.

-Buenos días -ella respondió acercado su
mejilla para que Rubén la besara.

-¿Que estás haciendo?

Ella le mostró la pantalla de su teléfono,
que estaba abierta en Instagram, se sentó
junto a ella y pasaron unos minutos viendo
las fotos que le aparecian.

Irina se detuvo en una foto recientemente
publicada por Alejandro, era Fargan, Luzu y Vegetta  claramente borrachos, con los vasos rojos en sus manos y sonrisas perezosas en sus rostros.

-El es una especie de escoria -dijo Irina y
Rubén asintió, no podía estar más de acuerdo, dormir con alguien que no gasta más de diez dólares en una camisa, antes del
matrimonio, era malo a toda vista, el pensó
que tenía normas pero al parecer había
estado equivocado.

Pasaron el resto del día viendo sus películas
favoritas, para la cena decidieron salir a
comer a su restaurante favorito, ellos no
necesitaban una reserva, su padre conocía
al dueño, el siempre podía hacer una
excepción para Rubén.

Ni siquiera tuvieron que darle a la anfitriona
sus nombres, los reconoció al instante e
inmediatamente los dirigió a la mejor mesa
del restaurante, la que tiene vista al centro
de la ciudad.

Rubén ordenó el ravioli de langosta e Irina
ordenó la coliflor al orno con mantequilla,
también decidieron pedir el mejor vino
blanco.

Irina comenzó hablar sobre el próximo
invierno mientras Rubén fingía que la
escuchaba, estaba mirando por la ventana y
no pudo evitar que sus pensamientos
vajaran de nuevo a la noche anterior, más
específicamente al momento en que había
entrado al cuarto y Vegetta besaba al maldito de Luzu.

No pudo olvidar la imagen de los bíceps
abultados de Vegetta, su desnuda espalda
sudorosa, sus gruñidos bajos, y la expresión
de Luzu cuando su pelo se aferró a su frente.

El no estaba disgustado, se sentía
abrumado de que llegó hacer testigo de un
acto de impureza y pecado.

Su madre le había dicho acerca de los
hombres que optaban por tener de pareja a
otro hombre y las mujeres que optaban por
amar a las mujeres, se le enseñó que la
sexualidad no era una opción, se preguntó
que si Vegetta amaba a Luzu y si Luzu amaba a Vegetta, porque si lo hicieras es lo único que importaba ¿no es asi?, a pesar de que la
biblia dijera lo contrario.

Bebé, el cielo está en tus ojos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora