Cansado de pedir tu aliento, de robarte el tiempo.
No hay motivo para decirte adiós, pero mirame, lo he intentado. Este tonto lo ha dado todo, y heme aquí muriendo.
Sobre el nectar de unos labios que no me tocan, unos brazos que no me rozan, entre el cuerpo muerto del amor que algún día fuimos.
Sigue, sigue corriendo el reloj, aquí estoy sentado en la mecedora de la abuela, esperando lo imposible, destrozado por la calor de la tarde, derretido en la sangre del pasado.
Si, no soy mas que una maldita sombra, aguada, difusa, huesos, en esta esquina podras verme, así como un amor verdadero que nunca existió y que de poco en poco me extinguió.