Presas en el colegio

1 0 0
                                    

Cerca de las 11:00hs. de la mañana, en el colegio, se van culminando las principales actividades del día. Cuatro años atrás, dos personas fueron asesinadas por Cristhian Cuevas en el pabellón opuesto al del salón cultural, donde quienes fueron compañeros de Víctor alguna vez, apenas ayer de defender su proyecto de culminación de bachiller, mientras que el día de hoy se realizaron talleres varios con asistencia moderada del alumnado. Luego de las muertes, la promoción de Víctor quedó diezmada, muchos se trasladaron y se mudaron, y los que no pudieron se quedaron, perseguidos cada 01 de octubre por el fantasma del monstruo de la sonrisa invertida.

Joel, de 13 años, vaga por las instalaciones esperando que su hermana mayor salga del trabajo y pase por él para llevarlo a casa para el almuerzo. Sube a recorrer en las salas recién vaciadas y le gana el paso a la encargada de limpieza para recuperar objetos perdidos; monedas, bolígrafos, reglas, cartucheras, y con suerte algunos billetes. Va hacia el salón cultural y ve salir a dos chicos del tercer curso, quienes hacen chistes porque el colegio reutilizó la decoración de la defensa del proyecto para un taller de autosuficiencia, mientras van camino a una quinta de la zona para celebrar el logro recién alcanzado.

Joel procede a entrar luego de escuchar sus conversaciones y recorre el lugar vacío, fresco y donde cualquier sonido hace eco. Se sienta en el piso y tiene todo el salón para él. Continúa leyendo el libro que dejó pendiente hasta que de un momento a otro se anima a revisar entre las cosas que recolectó durante su recorrido del día. Saca las cosas de su mochila y recuenta, un borrador de buena calidad y casi nuevo, un sacapuntas con depósito de basura, dos cajitas de minas, un resaltador y un bolígrafo de seis colores, lo mejor de todo. Sonríe y se alegra por un momento, hasta que de repente se siente observado, escucha pasos hacia la puerta del salón y se encosta con rapidez para que no le pillen, ya que si la conserje llega a verle, le sacará todo y le culpará de sus prolongados crímenes de robar objetos que se pudieron haber devuelto.

El joven recoge sus cosas y aguarda con nerviosismo, luego de un momento se reincorpora y sale a caminar con total normalidad, como si solamente estuviese recorriendo el sitio. Para su sorpresa, no encuentra nadie en el corredor de afuera pero se ve obligado a seguir el paseo. El breve pánico le dio ganas de mear así que sabe bien que ahora se dirige al baño.
Una vez llega a los sanitarios, el del baño de niñas yace con la puerta cerrada, él de todos modos entra al de hombres y procede a hacer lo suyo. Como se siente en desconfianza, decide no hacerlo en los mingitorios y en cambio, acude a la tercera y última cabina, la cierra y procede a lo suyo. Está deshidratado, apenas tiene en sí el agua de su desayuno y la gaseosa que tomó en el receso, le toma un poco de tiempo pero su tranquilidad se ve irrumpida nuevamente cuando escucha que la puerta principal se cierra. Supone que la limpiadora la cerró debido al cierre de las actividades, así que se apura en correr a la puerta y avisar de su presencia. Los baños están lejos así que nadie lo escuchará en plena siesta y con el colegio cerrado.

Sube el cierre de sus pantalones manchándose levemente en el esfuerzo, abre la puerta de la cabina y se dirige a la puerta comenzando a hablar. Solo entonces, Cristhian Cuevas emerge de la zona de los mingitorios y le toma del cuello con la mano para estirarlo hacia atrás.

-¡Ayuda!- grita el joven con un fervor que inquieta incluso a Cristhian, por lo que inmediatamente cruza el nudo de su soga a través de la mandíbula del chico, abriéndole la boca de forma exageradamente amplia y prohibiéndole gritar.

La camisa de Joel se mancha de chorros de saliva y sus encías también comienzan a sangrar a medida que forcejea inútilmente con Cristhian, éste le sigue estirando hacia el fondo del baño y abre la última cabina para meterle dentro.

Una vez dentro, somete al chico hasta ponerlo de rodillas, y entonces hunde su cabeza en el inodoro lleno de orina. Joel comienza a ahogarse y la sangre de sus encías oscurece todavía más el agua del inodoro mientras tanto. Sus esfuerzos se enlentecen hasta rendirse completamente, y Cristhian una vez más sale triunfante, admirando su nueva escena y riéndose de ella.

II/XDonde viven las historias. Descúbrelo ahora