-Esteban me preguntó si íbamos al cine ese día o el fin de semana, porque nos habíamos peleado y él quería arreglar las cosas- dice César a mirando fijamente al camino de tierra que yace tranquilo bajo la luz del sol siestero, desde la ventana de la sala de su casa –Yo le dije que mejor el fin de semana, porque pensé que me iba a ser difícil verle y simpatizar con él, así que ese día salió por ahí con Víctor y los demás, y nunca más volví a verle.
Erika lo mira triste, aun reconociéndose incapaz de imaginar el dolor que sufre.
-Cristhian no es más que un nenito lleno de miedo- continúa él –alguien que nunca pudo jugar con otros nenes, y por eso le sacó a todos la adolescencia que no pudo tener, él espera presas fáciles, y se esconde hasta que llegue el momento, pero mi hermano no fue una, y yo ahora, mucho menos.
Erika suspira, y los nervios le llenan a medida que evalúa todas las posibilidades de un enfrentamiento.
-Desde ese día esperé a tener dieciséis, para que una siesta cualquiera, se esconda en el baldío de enfrente, aguardando por que me descuide y deje la puerta abierta.
Luego de un rato de silencio, Erika se aproxima a él delante de la ventana, y le interrumpe para ausentarse por un momento.
-Voy al autoservice un rato para traer algo de comer, como vamos, vas a necesitar comer bien.
-¿Quién decís que le va a encontrar primero?- pregunta César, cosa que Erika tarda en comprender.
-¿Perdón? No comprendo…
-Si Daniel, o Víctor, o nosotros, bueno, imagino que Víctor también vino a buscarle…
-No sé- responde Erika entre un suspiro –pero por mí, ojalá que nadie. No te muevas de acá por favor, ya vengo.
César le mira y solamente asiente, ella procede a salir de la casa.
En ese momento, una patrulla de la policía pasa justo en frente, entre la residencia y el yuyal, así que Erika se tranquiliza todavía más al dejar solo al muchacho.
Sin embargo, tal como lo previsto, en frente de la casa, el hombre de la cara invertida, ya los está acechando.
No pasa mucho tiempo de la ausencia de Erika, hasta que las pisadas del sujeto sin rostro estén cruzando el patio de la residencia de César, que yace con el portón abierto y la puerta también entre abierta. El hombre camina despacio, y empuja la puerta en un movimiento casi imperceptible, para abrirse camino a través del pasillo que lleva a la sala de estar donde se reunieron los sobrevivientes al amanecer.
En un juego casi ganado, el cazador avanza cada vez un poco más rápido, más confiado en dar finalmente el ataque, pero entonces la puerta detrás suyo se abre de un golpazo para que aparezca César con un pico en manos.
-Hola Cristhian- le dice con la rabia entre dientes para hacerlo voltear de la impresión.
Es entonces cuando suenan disparos de una pistola de dardos, casi llenando la espalda del sujeto a través de su camisa, y aparece Erika posándose justo detrás de él, con el arma en manos.
Rodeado y paralizado en el medio, el monstruo permanece sin nada qué hacer a medida que sus intenciones se van durmiendo, es ahí cuando un rato de silencio e incertidumbre prosigue entre los sobrevivientes, mientras César mira al sujeto, nervioso y lleno de ansiedad por avanzar hacia él, luchando contra sí mismo, conteniendo su ira, sabiendo bien que un mal paso podría condenarle.
Luego de los segundos interminables, el monstruo finalmente cae al suelo en un estruendo escalofriante que rompe con el silencio que predominó la escena.
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II/X
HorrorSecuela de I/X Lo que parecía un epílogo, un descanso y una victoria sobre la muerte, al final resultó ser solo el comienzo, de un mal interminable.