001

482 20 0
                                    

𝗔𝗟𝗘𝗦𝗦𝗜𝗔

—Alessia, cariño. ¿Estás segura que vas a estar bien? —Preguntó mi compañera de trabajo, con el ceño fruncido.

Me detuve para no mostrar ningún signo de molestia. Isabel era una dulce anciana preocupada por mi seguridad, pero todas las noches me llenaba de preguntas preocupadas.

—Si, estaré bien. —Respondí tirando mi mochila sobre mi hombro y tranquilizándola con una suave sonrisa.

La dama canosa profundizó su ceño.

—Eres una joven muy hermosa, no deberías caminar sola a altas horas de la noche. Muchas veces los hombres son traviesos. —Enfatizó, dejando claro su punto arrojando su tela sobre el mostrador de manera bastante dramática. Mi sonrisa se amplió, calentada por sus acciones maternales.

—Odio decir esto, pero ya estoy acostumbrada. Te veré mañana. —Puse mi mano sobre la de ella por un rápido segundo, aliviando sus preocupaciones dándole un suave apretón.

—Buenas noches.

Ella suspiró dejando caer sus hombros. —Buenas noches.

Dándole la espalda, la escuché murmurar en alemán algo así como "niña obstinada".

Al salir del cálido restaurante y entrar en el aire frío y crujiente, un escalofrío me recorrió la columna vertebral. Hacía mucho frío y me regañé mentalmente por no llevar abrigo.

Mi uniforme consistía en el habitual vestido de trabajo amarillo mostaza y un par de zapatos blancos. El frío abrasador recorrió todo mi cuerpo, solo fruncí el ceño ante mi descuido.
Decidiendo acelerar mi paso, pisé un charco de agua en el pavimento y comencé mi viaje a casa.

Afortunadamente y desafortunadamente, era un viernes por la noche.

Dando como resultado las calles ocupadas por una docena de personas esperando entrar al club nocturno que se encontraba en frente del restaurante. Me sentía mucho más segura cuando las calles estaban ocupadas, pero no había nada peor que tropezar accidentalmente con una persona borracha. Por lo general, se alimentaban de su coraje alcohólico y les encantaba buscar peleas sin motivo alguno.

Caminé en dirección a mi apartamento, esquivando a izquierda y derecha para evitar chocar con alguien.

Logrando finalmente escapar de la multitud, dejé escapar un suspiro de alivio. Empecé a disminuir la velocidad cuando mis pies empezaron a doler, un recordatorio de que había pasado todo el día parada y sin descanso alguno.

Fue en ese momento cuando el viento comenzó a levantarse, silbando entre los altos edificios y sacudiendo los escombros. Innecesariamente espeluznante.

—Daniel, ¿Entiendes? —Una voz habló con calma a través del viento contrario. Una voz con un acento no demasiado difícil de descifrar. Italiano. Mi ritmo disminuyó, consumido pora curiosidad y la pura curiosidad.

Provenía del interior de un callejón, abandonado y oscuro.

Seguramente así es como comienza cada película de slasher.

Pasé por ese callejón demasiadas veces, incluso me familiarice con el hombre sin hogar que residía debajo de una sábana pegada a un contenedor de basura.

ALESSANDRO [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora