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𝗔𝗟𝗘𝗦𝗦𝗜𝗔

Dios, el ni siquiera me conoce.

Me dí cuenta de que este hombre ni siquiera me conocía. El podría haber hecho lo que fuera acechando y sabía lo que hacía, pero no tenía ninguna razón para protegerme. Tal vez estoy mirando demasiado profundo las cosas. Otra vez. ¿Era caliente? Sí, ¿Era jodidamente tentador? Sí, ¿Era increíblemente atractivo? Sí. Todas las circunstancias eran audaces banderas rojas y no estaba dispuesta a hacerme eso a mí misma. La confusión me hizo gemir de frustración.

Un transeúnte me frunció el ceño, mirándome como si estuviera enojado, pero en ese momento no me importaba. Me contuve de gritarle que se metiera en sus malditos asuntos. Sintiéndome abrumada, casi llegaba a casa.

Mi mente daba vueltas, sus palabras sonaban una y otra vez como un disco rayando. Nadie de va a joder.

Me olvidé de todo cuando me empezó a doler la parte inferior de la espalda y recordé desesperadamente que necesitaba estar en mi propio lugar.

Cuando llegué a mi complejo, eran solo alrededor de las 3:00PM. Demasiado temprano para acostarme, pero no me importaba. Nunca era demasiado temprano para dormir. Tan pronto como la puerta se cerró detrás de mí, estaba sacando el teléfono para llamar a Liv, ignorando las llamadas perdidas del teléfono fijo del restaurante. Solo necesitaba que me dejarán en paz. Solo quería un momento de paz. Ella respondió casi de inmediato, sorprendiéndome. Siempre dejaba que su teléfono casi llegara al buzón de voz antes de contestar.

—Alessia. Hola. —Saludó y pude escuchar el fondo de su oficina.

—Oye, ¿Estás bien? Respondiste demasiado rápido. —Dije en broma, hundiéndome en el sofá como un saco de papas. Acostarme era lo que más me gustaba en el mundo.

—Sí, estaba a punto de llamarte. —Dijo,  y su voz parecía preocupada.

—¿Estabas? —Yo pregunté. —¿Qué ocurre?

—Alessia… Escuché lo del restaurante. El incidente con Alessandro Rossi. El.

Eso me hizo sentarme derecha.

—Eso sucedió hace veinte minutos. ¿Cómo hiciste? —Me detuve, entrecerrando los ojos ante la nada.

Hubo una larga pausa. Y la escuché moverse hasta el ruido de fondo desapareció por completo. Sus siguientes palabras fueron susurros inaudibles.

—¿Cómo se supone que voy a oírte? Habla de una vez. —Dije, sosteniendo perezosamente el teléfono en mi oreja.

—Bien. —Ella respiró. —Será mejor que no le digas a nadie. Lo juro por Dios.

—¡Liv!

—Cállate. Está bien, escucha. Me moría por decírtelo. Ni siquiera sé si se supone que debo hacerlo, pero a la mierda. ¿Conocés a mi novio? ¿Ethan? Él es parte de este… grupo, yo supongo. No sé cómo se llama, pero Alessandro es el jefe. Y son peligrosos. —Enfatizó la última palabra, y honestamente, no me sorprendió.

—Tienes razón. Se supone que no debes decírmelo.

—¡Alessia!

—Estoy bromeando. Ya lo sabía. —Dije. —No nos conocimos exactamente de la mejor manera. —Recordé el arma en mi cuello, su mano en mi boca y la mirada en sus ojos. Era algo que nunca olvidaría e irónicamente, no sabía si eso era algo bueno o malo.

—Espera, ¿Qué? Ethan no mencionó eso. Mencionó que Alessandro estaba a punto de matar por ti después de ese hombre… ya sabes. Alessia, esos hombres son peligrosos pero también son realmente. Joder, me tengo que ir. Mi jefe me está llamando. —¡¿Son realmente qué?! Colgó antes de que pudiera pronunciar las palabras, y me quedé mirando el teléfono con incredulidad.

ALESSANDRO [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora