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𝗔𝗟𝗘𝗦𝗦𝗜𝗔

Tropecé hacía atrás, casi cayendo cuando la puerta fue empujada por alguien desconocido. Fuerte. Desconocido.

Las sirenas de advertencia en mi cabeza sonaban a todo volumen, pero no eran más fuertes que los latidos de mi corazón. Estaba a punto de tener el peor ataque de pánico, allí mismo, en la sala de mi apartamento.

Cuando la persona del otro lado finalmente se reveló, no estaba preparada. En absoluto. Entró en mi apartamento, cerrando la puerta con el pie mientras yo lo miraba con puro horror.

—Bellissima. —Murmuró. ¿Quién? De hecho esa era la verdadera pregunta. —De verdad deberías cerrar con llave tus puertas.

Intenté hablar pero apenas lo intente él me interrumpió.

—Cierra la boca. —Me instruyó el hombre de la noche anterior, y automáticamente levanté la mandíbula porque no sabía que estaba colgada en primer lugar. Así de sorprendida estaba.

La audacia de él, el puto valor. Él estaba allí, en toda su gloria, erguido con un traje negro que cubría su gran cuerpo. ¿Me había seguido a casa?

—¿Qué carajo? —Susurré incapaz de encontrar mi voz debido a que no podía comprender bien la situación.

Eventualmente lo hice.

—Qué mierda. —Repetí, mi voz más dura mientras me alejaba de el.

Tuvo el descaro de reírse.

—Te encanta esa palabra. —Comentó, sus ojos escaneando mi apartamento. Ni siquiera me prestó atención. No creo que se haya dado cuenta de lo jodido que fue que acababa de entrar a mi casa sin permiso. Definitivamente estaba más aturdida que asustada.

Luego, levantó su chaqueta para meter su mano en el bolsillo de su pantalón, mostrándome la pistola negra en su cintura. Me dí cuenta de que era su forma de advertirme en silencio.

Mis ojos se dirigieron a la puerta cerrada, y él me atrapó mirando.

—No es buena idea. —Dijo, casi sonriendo. La abolladura en su mejilla era infantil, aparentemente fuera de lugar en un hombre con un cuerpo como el suyo.

De cerca, con la luz entrando por mis ventanas, pude ver su rostro mucho más claro. Me jodía que fuera tan guapo, y también muy capaz de matarme.

Me quedé en silencio, controlando en silencio mi respiración. Era propensa a hiperventilar, incluso cuando la situación me rogaba que no lo hiciera. Era solo una de esas cosas en las que tenía que pensar mucho para mantener el más mínimo control.

—Estabas en el restaurante, y ahora estás en mi apartamento. Eso es normal para ti? Ni siquiera se-

Fui interrumpida.

—Mi nombre es Alessandro. Sandro, si quieres. Ya me conoces. —Dijo con descaro, inclinándose para mirar mis Marcos de fotos en el estante.

Alejandro.

El acento se hizo más fuerte cuando dijo su nombre, y tragué saliva mientras lo miraba en silencio. Sonaba tan bien viniendo de él, y me odié a mí misma por encontrarlo siquiera un poco tentador.

ALESSANDRO [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora