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>> Se paseaba por las calles de Kattegat de la mano de su madre, la cual se mantenía con los ojos en los comercios, tratando de encontrar que comprar para poder cenar aquella noche

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>> Se paseaba por las calles de Kattegat de la mano de su madre, la cual se mantenía con los ojos en los comercios, tratando de encontrar que comprar para poder cenar aquella noche.

El invierno se acercaba y debían pensar en comprar reservas además de alguna que otra hierva para apaciguar enfermedades. Pero la pequeña no estaba al tanto de los miedos y preocupaciones que abundaban la cabeza de la mujer.

Ya habían pasado por una gripe fuerte cuando reinaba Lagertha en la ciudad y casi es una de los tantos cuerpos que tuvieron que quemar, claramente no quería que sucediera lo mismo con su infante. Buscaba prevenir cualquier enfermedad, si es que Eira le permitía querer jugar a ser ella.

A veces la mujer odiaba ser una simple mortal si es que aquello conllevaba ver sufrir a sus seres queridos y no poder hacer nada. No soportaría ver a su hija estar al borde de la muerte y no poder aliviar su sufrimiento o, mejor aún, salvarla.

Su esposo, Alvis, buscaba siempre liberar esos miedos aunque a éste los carcomieran más. A pesar de querer tranquilizar a su mujer de aquellas preocupaciones e intentar que no se deje llevar por aquellos, sobreprotegiendo a su niña, no podía negar que él sería el primero en levantar su hacha para ofrecerse como sacrificio a los dioses y así poder salvar a su hija.

Se llevó las manos a su frente y acaricio su cien, buscando callar las voces de su cabeza y centrarse por fin en las verduras a vender. Sin percatarse de la concentración de la menor junto a ella en unos niños rubios peleando con pequeñas espadas de madera.

Sin separar su visión del dúo, quiso soltar la mano de su madre y salir corriendo a querer unirse a esa pequeña batalla que mantenían los niños; aún así no se atrevió a alejarse, se conformo con mirar y ver la sonrisa plasmada en aquellos.

Nunca tuvo la oportunidad de tener con quien jugar. Su granja quedaba a orillas del mar y pocas cabañas se asentaban a su alrededor, sumándole a su desgracia, ninguna de las familias poseía un niño de 3 años como para jugar con ella.

Su entretenimiento se basaba en acompañar a la ciudad a sus padres para compras, sentarse a jugar con la arena, inventar conversaciones con los animales de su granja o simplemente escuchar las maravillosas historias de dioses que narraba su padre.

Pero aquellas espaditas se llevaron toda su atención, se preguntaba ¿Por qué a ella nunca le habían ofrecido una parecida? Se veía divertido o acaso ¿Ella por ser niña no podía tener cercanía con aquellas armas? Sabía lo que eran, su padre es un digno y fuerte guerrero del conde Ragnar.

Ante aquél recuerdo ella alzó su mentón con orgullo, y volteo su vista indignada por la situación. No soportaba ver a niños divertirse cuando ella anhelaba poder jugar con otros y no poder; su madre no la dejaría alejarse, y soltarse para correr a ellos no era opción.

Ante las enormes fuerzas que hacía la niña por no pedir lo que quería, mordió su labio y apretó fuerte la mano de su madre; inconscientemente llamando la atención de la nombrada.

𝐷𝑎𝑢𝑔ℎ𝑡𝑒𝑟 𝑜𝑓 𝑉𝑎𝑙𝑘𝑦𝑟𝑖𝑒𝑠 [ Hvitserk Ragnarson ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora