LA CHICA QUE DEJÓ AL AMOR DE SU VIDA

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CAPÍTULO 9


  No quería haber llorado delante de Quinn. No debido a lo que había ocurrido.

Había dormido con él. Él me lo había pedido. Si, de una manera indirecta, — y debido a que era muy tarde, pero... Podía haber dormido en el suelo. Y no lo propuso.

Así que, para hacerme la dura, me fui al suelo. Pero, tal y como dijo él, a las dos horas estaba tiritando y fui buscando de su contacto. Tocamos piel con piel y me puso una mano en la cintura. Sentí un hormigueo por esa zona.

En aquel momento supe que no podía hacerle eso a Caleb. Supe que no podía seguir fingiendo. Porque no lo merece.

Por Caleb había sentido lo que nunca había sentido jamás por nadie. Pero eso fue antes de comenzar. Antes de conocer a una tercera persona a la que realmente no odio. Aunque no estoy segura de si el siente lo mismo. De si me odia. O de si me quiere.

Diablos, quiero a Caleb. Una parte de mí le ha querido desde el día que le conocí. Y me da igual la edad, el amor es un sentimiento que no entiende de fronteras, y le dé igual que seas más mayor o más pequeño, o que sea tu primo —mirar a los Targaryan.

Pero por mucho que le ame, desde que comenzamos a salir me he dado cuenta que no es como lo que sentía antes. Y de verdad, no puedo seguir fingiendo.

Por eso me había puesto a llorar aquella mañana de hace casi un mes. Porque sabía que tenía que terminarlo. Se estaba volviendo tóxico.

Hoy era el día de antes de la fiesta de nuestro dúo. Con Quinn. Y supe que era el día.

Sinceramente, creo que todas las preguntas han venido a raíz de que me dijera aquella tarde que tenía miedo de perderme por él.

Llegué a su casa, que es donde habíamos quedado. Era abril y hacía más calor y aun así llevaba chaqueta, por lo que, junto al bolso, lo dejé en el brazo del sofá.

—Hola, cielo —sale del cuarto de baño y me da un beso en la frente a lo que respondo con una mueca— ¿Te ocurre algo?

Me siento en el sofá.

Me paso el pelo por detrás de las orejas.

Me preparo.

—Tenemos que hablar, Caleb.

—Joder, eso no suena bien —le hago un gesto para que se siente junto a mí en el sofá.

—Caleb, creo que... —comienzo a hablar, pero me interrumpe.

—¿Qué he hecho mal, Misha?

Me mira con sus ojos, de ese azul que me vuelve loca, y casi me echo para atrás.

Respiro. No puedo echarme para atrás ahora, llevo varias semanas pensando en como decírselo, debo continuar.

—Creo que esto no puede continuar —contengo una lágrima—. Se está convirtiendo en algo tóxico.

—¿Qué? ¿Es por la diferencia de edad? Sabes que a mí no me importa...

—No, Caleb. Hazme caso, el problema no eres tú.

Sus ojos miran a todas las direcciones que hay en la sala, menos a mis ojos.

—¿Entonces...? —y parece darse cuenta.

Tuerzo el gesto de la boca hacia abajo.

—Joder, no, Misha, no... —está llorando—. Es por él.

No lo ha preguntado. Lo ha afirmado. Joder, lo sabe. ¿Tanto se me nota?

Cántame y dime que me odiasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora