𝐑𝐄𝐕𝐄𝐍𝐆𝐄 ||| [ʜᴀɴᴢᴜ]

- Love Hurts -

Un pedazo del vidrio de aquel jarrón se estrella contra el suelo cuando Sanzu resoplando otro grito lo arroja, la habitación esta llena de gritos incontrolables de rabia uno por el otro.

Ran parece casi tan molesto como el mientras le señala el dedo del medio con impaciencia y de forma infantil, tres horas de pura ira los carcomen, tres horas en las que se supone estuvieron hablando entre ellos hasta acabar con los ojos hinchados por las lágrimas y los labios resecos por tanto decir y perjurar.

Días y días de traición, llenando el sentimiento de más angustia para ellos. Sanzu solloza sin poder detenerse azotando la puerta de la habitación que comparten tras si, Ran sigue golpeando con molestia la madera de roble pintada de blanco como si fuese a tirar la puerta. Es tan violento que por un momento a Haruchiyo le carcome el terror de ser devorado por esa ira. Se deja caer al suelo derrotado sosteniendo sus manos con fuerza. Reza a todo aquel dios que lo pueda proteger aunque él no cree en dios, pero ahora mismo es lo único que quizás podría salvarlo.  

Pero como llego ahí, quizás aún podía recordar el instante en el que todo comenzó.

Ran y él se habían conocido en la formación de la pandilla a la que pertenecieron una vez, en ese entonces solo se dejaban llevar por las hormonas y la frustración sexual que se dejaban el uno al otro tras coquetearse por momentos, calentar al Haitani era tan fácil como calentar a una virgen religiosa, quizás porque era demasiado promiscuo, cuando cumplió los 17, el peli-rosa se desató en una necesidad sexual abrumadora.

Era como si el solo hecho de follar fuera necesario, ya había tenido su primer celo, pero aun así, su primera experiencia deseando realmente el sexo fue como tener el primer calor otra vez multiplicado por tres. Quizás ahí estuvo el primer error. Por el hecho de que todo comenzó como un mero acto sexual impulsado por las hormonas y las feromonas de alfa dominante de Ran.

Tan deliciosas que después de fumar un porro en aquella fiesta le dejo tomarlo por primera vez en un cuarto ajeno, en una casa ajena. Complicado decir que fue romántico, no lo fue, en lo más mínimo, solo un intercambio banal de fluidos entre los dos y gemidos descontrolados provenientes de dentro, ni siquiera había intentado provocarlo, el cabello rosado coral platino y sus pestañas albinas eran suficientes como para prender al mismo rubio de mechas negras. Perezoso pero demandante. Tanto que las marcas de sus manos ciñeron su cintura y le desbordaron los labios de líquido blanquecino hasta explotar con su gran virilidad.

Mierda, era tan caliente que no pensó en las consecuencias, en el hecho de que dejarse tomar por un dominante como Ran Haitani era casi hacer un contrato con el diablo. Había abierto sus piernas para él, y las habría mantenido así después claramente, porque en el instante en que lo beso de esa forma y lo llevo a esos explosivos orgasmos, después de eso, se llevó a esa extraña relación carnal en la que habrían de conectar después emocionalmente.

Ran no sabía el concepto de tener un omega, para él no era algo más que una innecesaria inquietud, proveniente de su hermano menor que hace poco había encontrado a su destinado, cosas que solo le pasaban a algunos porque Ran no había corrido con la misma suerte, pero entonces estaba Sanzu y su apetito sexual era saciado lo suficiente por ese hermoso trasero redondo así que no le dio importancia a lo demás. A medida que fueron creciendo entendió que el omega tenía más que la función carnal, emociones floreciendo de él, amabilidad, cariño, preocupación, celos. Cosas que no le pasaban. Le pregunto entonces a Rindou, que era aquello que brotaba de él. Y este solo contestó, quizás te estás enamorando. Idiota, pensó que su hermano menor era un idiota porque su concepto del amor era casi tan retorcido como el de ser amado.