Cap.3 Negación

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Izuku se levantó y corrió lo más rápido que pudo sin importarle nada, lo único que quería en ese momento era alejarse de ese lugar, ni siquiera le tomo importancia a su celular el cual vibraba dentro del bolsillo de su pantalón, quería llegar a su casa y encerrarse en su habitación lo más rápido posible.

-Hola Hijo, como te- La mujer no termino su frase al ver como el menor pasaba de largo, subió las escaleras y luego escucho el portazo de su habitación. Al instante, Inko supo que algo andaba mal.

Se tiró a su cama aun con los zapatos puestos, agarro sus sabanas y tapo todo su cuerpo.

Instantes después, su mamá apareció al otro lado de la puerta tocándola suavemente.

-Izuku... ¿Todo bien? ¿Sucedió algo, cielo?- hablo suavemente esperando pacientemente a que la puerta se abriera, al no tener ninguna respuesta, giro la perilla y con lentitud entro a la habitación topándose con el bulto cubierto que su cuerpo formaba, se acercó y se sentó al borde de la cama.

-Mamá...- susurro descubriendo su cara para mirar a la mujer- Mi destinado... lo encontré hoy- pronuncio bastante triste.

-Oh, Izuku...- La mujer no supo que decir, sabia lo delicado que ese tema era para ellos dos, sobre todo por lo ocurrido hace 18 años.

- Mi vida se ha arruinado- Dijo el peliverde mientras volvía a cubrir su cuerpo con aquellas sabanas.

-No digas eso Izuku... Dale una oportunidad a esa persona- Inko acarició suavemente la espalda del menor- Estoy segura de que va a amarte, independientemente de quien se trate... no todos los destinados son como tu padre- Aquellas palabras tensaron a Izuku.

-No lo digas de esa forma... ese hombre no es mi padre- El tono en la voz del pecoso cambio al escuchar esa palabra. Para el, nunca existió padre alguno.

-Lo siento...- Su madre se disculpó al notar aquel cambio, se levantó de aquella cama, para dirigirse a la puerta- La comida ya está lista, baja cuando te sientas mejor- Al cruzar la puerta su semblante cambio a uno más triste, cerró la puerta para darle más privacidad a su hijo y bajo las escaleras.

Había tocado un tema delicado esta vez.

Sin querer, le recordó a Izuku porque odiaba la idea de los dichosos destinados.

Años atrás, cuando Inko era una joven de 20 años, tuvo la dicha (ahora desgracia) de conocer a quien sería su destinado, desde el momento en que sus miradas se cruzaron en aquel restaurante de hamburguesas supieron que volverían a encontrarse otras veces más.

Al principio Inko no quería aceptar la idea de que un hombre de buen porte como aquel chico sea su destinado, siempre creyó que estaba en un error, pero al pasar los meses, aquellos regalos y atenciones que el hombre le entregaba fue enamorándola poco a poco, al poco tiempo, comenzaron a salir y semanas después, hicieron formal aquella relación.

Todo iba muy bien en sus vidas, el chico la llenaba de regalos y mimos, todo lo que cualquier mujer desearía tener, Inko se sentía la mujer más feliz de todo el universo, incluso sus amigas llegaban a tener envidia por tener a un chico tan atento como pareja. Nada podría salir mal en su vida.

O al menos ese era su incrédulo pensamiento.

Con el pasar de los años, aquella atención desapareció, los mimos se esfumaron y los regalos nunca volvieron a aparecer más en su vida, siendo reemplazados por peleas diarias por cosas verdaderamente pequeñas, su relación tendía de un delgado hilo que pronto se rompería.

Y así fue como llego el día. Inko estaba embarazada, cuando lo supo, su vida dio un giro, se sentía tan feliz, una sonrisa apareció en su rostro al ver los resultados de aquella prueba, Inocentemente creyó que su vida con su destinado cambiaria para bien con la llegada de ese bebé. Que equivocada estaba.

Paso semanas buscando el momento adecuado para anunciar la noticia, pero cuando finalmente tuvo valor para hacerlo nada salió como ella esperaba. Aquel sueño de volver a tener una vida normal se esfumo cruelmente.

Su destinado se llenó de rabia al escuchar eso, aquellas palabras de que él no estaba preparado para ser y lidiar con una carga más, retumbo en los oídos de la peliverde, esas palabras quedaron por siempre en su mente. Discutieron por última vez.

Al día siguiente, su destinado había desaparecido junto con todas sus cosas. Ahora Inko estaba sola, no dejo que la tristeza la consumiera, puesto que tenía a una pequeña persona que dependía de ella.

Fue así como Izuku fue criado solo por su madre, con la ausencia de una figura paterna dese el inicio de su vida. Aunque eso no le impidió a Izuku crecer como un niño feliz. Al menos por fuera.

Muy en sus adentros sentía un profundo odio hace aquella persona que no hizo nada más que ilusionar a su pobre madre.

Conforme pasaban los años, Izuku fue madurando y gracias a aquella experiencia, creció con la idea de que los destinados eran una maldición para todas las personas. Siempre le repugno pensar que algún día el también encontraría a su destinado.

Nunca creyó que ese momento llegaría ahora.

El celular de Izuku sonó, lo saco de su bolsillo y al notar el nombre de su amigo pelirrojo en la pantalla de su celular, decidió contestar.

-Izuku, ¿Sucedió algo? ¿Dijiste que pasarías por mí para ir a tu casa?- La vos preocupada de su amigo sonó del otro lado de la línea.

-Lo siento Eiji... sucedió algo hoy y no tengo muchos ánimos- contesto levantándose de su cama, el tono que había usado no calmo a su amigo.

-¿Qué pasa Zuzu? Sabes que puedes decírme lo que sea- la voz del pelirrojo sonó más suave, sin dejar de sonar preocupado.

Izuku suspiro y tomo valor para poder pronunciar eso una vez más.

-Encontré a mi estúpido destinado- Eijirou se quedó callado al escuchar aquello- No te quedes callado Eijiro- Dijo el peliverde al no obtener respuesta de su amigo

-¡OH, POR DIOS! ¡MI MALDICIÓN SE HIZO REAL! Lo siento mucho Izuku- El pelirrojo comenzó a disculparse desde la otra línea, Izuku parpadeo confundido para después soltar una pequeña risa.

-No es eso, estúpido- respondió el pecoso ante la estúpida conclusión de su amigo.

-¿Y quién es?... Bueno, puedes decírmelo si quieres- Cuestiono el pelirrojo, quería saber el nombre de aquella persona afortunada de tener al peliverde.

-No lo creerías...- Izuku sobó sus sienes con sus dedos, al escuchar el "¿Y quién es?" de su amigo soltó el nombre.

-Katsuki Bakugo- Si Eijirou hubiera estado tomando agua la hubiera escupido toda al escuchar aquel nombre.

-Oh... Wow... Izu...- Eijirou se quedó callado un momento- Ni si quiera sé que rayos decirte... eso sí que es bastante mala suerte- El pelirrojo se había quedado sin palabras.

-Es lo peor que me ha pasado en la vida Eijirou- se quejó Izuku- No sé qué hacer... ni siquiera quiero regresar a la escuela ahora- Volvió a tirarse a la cama con frustración.

-rayos, esto sí que es un problema que no se puede evitar- El pelirojo no sabía cómo ayudar a su amigo.

-No quiero verle la maldita cara a ese tonto- Golpeo su almohada con furia y después suspiro.

-No te preocupes Zuzu... estoy seguro de que él no es mala persona, tal vez podrías darle una oportunidad- Susurro Kirishima temiendo ser regañado por el pecoso.

-Comienzas a hablar como mi mamá- Soltó el peliverde cerrando los ojos.- Bien, ya veré lo que hare el Lunes cuando llegue a la escuela.

La conversación de ambos siguió un momento más, después de eso Izuku bajo a comer algo, en donde puso a su madre al tanto de su destinado.

Esta sería una tortura que apenas comenzaba.

Unmei  |•KatsuDeku•|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora