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(LAMENTO CUALQUIER ERROR)

La dueña de sus respuesta se estaba convirtiendo en la dueña de su corazón, no obstante, siempre atesoro las palabras de su padre, por ende, jamás seguiría la silenciosa voz proveniente de su alma, aunque ello significara arrancársela.

Y aquellos pedazos de sí, que le recordaban que también era humano, los arrojaría tan lejos como le sea posible, pues aun cuando los sentimientos de Beatriz eran evidentes, él tenía la certeza de que estaba enamorada de un espejismo, ya que si ella fuese capaz de ver las cicatrices que llevaba en su alma, no lo miraría con los mismos ojos.

Su deseo más ferviente era encontrar su verdadero yo, y por alguna razón estaba seguro que solo lo haría después de dar respuesta a la pregunta que ni su padre pudo contestar.

- ¿Adónde vamos? -murmuró Beatriz. Sus manos estaban temblorosas del frío.

Daw regresó a verla, pero aquella mirada empañó toda su seguridad, y nuevamente sintió miedo, estaba aterrado porque ella había descubierto la parte más horrible que ocultaba. Esa frialdad por la que había perdido toda empatía hacia otro ser humano, misma por la que no dudaba en arrancar sus vidas, y hacer de ellas "nada".

-Ya estamos cerca -apresuró el paso para evadirla.

Daw miraba hacia todos los lados con la esperanza de recordar cómo llegar hasta la casa del sabio. Y algo inquieto, advirtió la cercanía de la princesa.

-Lo siento, -se acercó la joven- me estoy aferrando a ti.

Sin dejar de buscar, se precipitó a responder: -Es mejor que no lo hagas, al final tomaremos caminos distintos.

-No quiero volver -inclinó su cabeza esperando que Daw no pudiese ver las lágrimas que brotaban de sus ojos-. Temo a...

Sin prestarle atención, caminó hacia una casa pequeña, que de no ser por el mugriento techo, estaba perdida entre el resto.

-Yo me refugié hace mucho tiempo en una oscuridad mucho más profunda -dijo sin esperar que ella lo escuchase.

Beatriz apretó sus puños y con rapidez se interpuso en su camino. -Entonces permíteme rescatarte.

-Cuanto tiempo -gritó un anciano tras la puerta de la pequeña casucha-. Puedo apostar que sé lo que buscas.

Sin ninguna intención de fingir cortesía, Daw se adentró a la casa incitando a Beatriz para que lo siguiera. Acto seguido, lanzó una bolsa llena de monedas y se recargó sobre la mesa.

-Entonces, que esperas para responder.

El anciano tomó la bolsa con ambas manos y tras abrirla, una sonrisa espeluznante se dibujó en su rostro, mientras admiraba cada moneda que había dentro.

-Era eso lo que me pediste -pronunció el muchacho-. Ahora sí, tendrás que responder, ¿qué es lo que se esconde tras una lágrima de princesa?

Haciendo visibles los amarillentos dientes que tenía, el anciano se afirmó contra una pared, para dibujar una línea con sus propias uñas.

-Doscientos catorce días -rió con una sonora carcajada-. Creí que habías desistido.

-Sin rodeos.

El anciano soltó un bufido lleno de indignación, caminando hacia la puerta, donde totalmente absorta, esperaba Beatriz. -También te pedí que trajeras a la dueña de tus respuestas. ¿Estás seguro que es ella?

Su mano llena de tierra acarició un mechón de cabello de la joven, llevándolo hasta su nariz. Respiró profundamente, y al final dirigió una de sus puntiagudas uñas al cuello de la princesa.

Tras una lágrima de PrincesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora