"El ruido del batir de alas de los querubines se oía en el atrio exterior; parecía el ruido de la voz del Todopoderoso"
Ezequiel 10:5
Incluso en el Cielo, existe una jerarquía de la que no se habla demasiado. Hay una enorme diferencia entre el ángel que esté más cerca del Padre y las filas de ángeles de la guarda y sus semejantes que muchas veces ni siquiera tienen alas.
Esa diferencia se presenta en la forma de poderes e identidad, pero sobre todo, de funciones y la manera en que te respetan en base a esto.
Un querubín podrá estar entre las legiones más importantes, porque resguardan la sabiduría de la humanidad y se pueden acercar al Padre sin intermediarios, pero nunca estará al nivel de un serafín.
Jael lo sabía cuando estaba en el Cielo y con frecuencia debía agacharse frente a los serafines.
Era consciente de esto también tras la Caída cuando su nombre cambió a Mammón y quien pareció liderar a su grupo fue el primero en caer y también un serafín.
Y seguía reconociendo este hecho cuando Belfegor lo derribó de un golpe en una calle de la Tierra a plena luz del día, tratándolo como si no fuese otro príncipe del infierno, porque le habló mal a su humano.
Enseguida lo tuvo encima, sosteniéndole el cuello de la ropa, y Mam no se movió por un reflejo condicionado de milenios frente a los serafines. Jordi lo apartó y Mam sólo se tocó la zona lastimada mientras oía al demonio de Pereza amenazarlo.
A veces en serio hace falta que alguien jale de las alas de estos serafines engreídos, pensaba, sin mirarlo. En cuanto se fue, Mam se envolvió con una barrera para que los transeúntes no lo viesen recién golpeado y regresó al infierno por la misma puerta por la que Amenadiel escapó, deseando que el golpe no le dejase una marca.
Incluso en esas condiciones, realizó su rutina regular: volvió a Avaricia, se paró frente a un espejo de marco de oro que fue reconstruido a partir de las piezas de uno de los palacios más espectaculares de la historia de la humanidad, se acomodó el cabello y la ropa dorada, eliminó el moretón de su rostro con sus poderes y se aseguró de que no hubiese una sola imperfección en su aspecto.
Realmente no le estaba prestando tanta atención a su físico como podría parecer desde afuera. Mientras sus ojos vagaban por la imagen en el espejo, su mente trabajaba a toda velocidad repasando los acontecimientos de los últimos días.
Estaba bastante seguro de que Yakarí era él mismo cuando le dijo que quería visitar a su familia dos días atrás. Él lo había acompañado y lo dejó allí, convencido de que nada le podría pasar. Mam tenía que ocuparse de algunos asuntos en el infierno, ya que cada año llegaban más personas allí y era muy difícil determinar quién merecía una segunda oportunidad y quién cometió demasiados errores por su codicia.
ESTÁS LEYENDO
Avaricia (Pecados #6)
ParanormalEl príncipe de Avaricia ha perdido su mayor tesoro. O donde un ex querubín tiene que hacer un trato para recuperar a su humano favorito.