1 Corintios 13:1

128 34 24
                                    

"¿De qué me sirve hablar lenguas humanas o angélicas? Si me falta el amor, no soy más que una campana que repica o unos platillos que hacen ruido"

1 Corintios 13:1

1 Corintios 13:1

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

2020

—Mam...Mam...

Mam se detuvo frente a la pila de rocas que bloqueaba el paso. Las tanteó para comprobar cuál podía retirar sin tener que lidiar con una "avalancha" de rocas hacia ninguno de los dos lados y jaló de la primera. Después de esa, fue más fácil sacar algunas de la parte superior y dejarlas caer hacia él.

Una vez que esquivó la última piedra que tiró hacia su lado y comprobó que había espacio suficiente en la parte superior de la pila, se subió de un salto y se sentó en la cima de las rocas.

—¿Qué se supone que harás si un día no vengo por ti?

Yakarí estaba sentado en el centro de la recámara que se colapsó, lejos del derrumbe, con su morral de muestras para estudiar, una linterna y casco, mientras bebía agua y esperaba que Mam abriese una salida.

—¿Llorar para que vengas? —Fue su gran plan.

Mam resopló y Yakarí sólo sonrió. Recogió sus pertenencias, las metió en el morral y se puso de pie, sacudiéndose la ropa, porque los años de experiencia ayudando al equipo de arqueología y conociendo a Mam le decían que no saldría de ahí si tenía que acercarse al demonio lleno de tierra.

—¿Ya me sacas de aquí? —Yakarí extendió los brazos hacia arriba al estar lo más "limpio" posible y adoptó una expresión que pretendía ser inocente, pero no surtía gran efecto si contenía la risa.

Mam simuló pensarlo y luego negó.

—Nah.

Yakarí suspiró y se cruzó de brazos.

—¿Qué quieres, oh, gran y poderoso príncipe del infierno, para sacarme de aquí? —recitó, muy solemne.

—Podrías empezar por no tenerme como excavadora personal y equipo de rescate juntos —razonó él.

—¿Dejo de pedirte ayuda?

—No —La respuesta de Mam fue automática.

—Entonces te sigo pidiendo ayuda —concluyó Yakarí, lo que hizo que el demonio sintiese que acababa de ser engañado para caer en una especie de trampa.

Yakarí no hizo más que reírse de su expresión ceñuda y volver a extender los brazos. Rendido, Mam descendió hasta la recámara y lo ayudó a salir de ahí.

Tan pronto como se encontraron afuera de las ruinas que exploraba, Tiago se acercó para hacer mil preguntas sobre su estado y Kaynan para regañarlo otras mil veces. Incluso le tomó la temperatura y el nivel de oxigenación en la sangre, mientras Yakarí mascullaba que no se había desmayado desde los dieciséis y ya era un adulto que podía estar cinco minutos sin atención.

Avaricia (Pecados #6)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora