𝐈𝐈

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𝕮𝖆𝖕𝖎́𝖙𝖚𝖑𝖔 2;
𝐸𝑙 𝑒𝑚𝑏𝑟𝑢𝑗𝑜.




Rusia, 4:00 hrs.





El colchón en el suelo era áspero, raído, y hacía que le doliera hasta el alma.

Se había quedado sin lágrimas. Casi toda la noche las había desperdiciado, dejando que cayeran una por una mientras su pecho se estrujaba, como si le hubieran metido una mano adentro para apretarle el corazón hasta romperlo.

No le quedaba nada más por llorar. Solo el vacío. Solo el cansancio y el frío que le hacían temblar. Lo sentía en los huesos, en la punta de los dedos y hasta en los labios, helados, secos. Apenas podía mover las manos sin sentir que cada hueso se partía con el dolor de lo helado. Se abrazó las piernas, metiendo la cabeza entre las rodillas, buscando un poco de calor.

... Tal vez estaba bien. Al final, salió de esa casa. Aunque no como había imaginado tantas veces...  Sí… de un modo u otro, había salido. Cerró los ojos, apretándolos hasta que le dolió la cabeza.

En serio se esforzó, lo intentó todo. Trató con todas sus fuerzas de ganarse su amor, su cariño. De alguna manera creyó que podría hacer que lo quisiera. Pero el desprecio había sido su único premio...

Extrañaría a su papá y a su hermanita. Pensar en eso le hizo temblar la mandíbula, mordiéndose los labios para que el llanto no regresara. No quería seguir llorando, pero sus recuerdos atormentaban su mente. Ellos eran todo lo que alguna vez había amado. Y probablemente nunca volvería a verlos. Tragó saliva, el nudo en su garganta era tan fuerte que casi no podía respirar. Era un martirio pensar en ellos, mejor era imaginar que quizás, estarían mejor sin él.

Y ... ¿Y ahora? ¿Qué sería de él? ¿Para qué lo habrían traído aquí? Quizás querían sacarle los órganos y venderlos… ¿o llenarlo de droga para pasarlo a otro país? Había escuchado de esas cosas en la casa de ese hombre, en las conversaciones de aquellos sujetos que pasaban por ahí. ¿Sería ese su destino? Sentía que su vida se le acababa de terminar sin que él hubiera tenido siquiera la oportunidad de comenzar a vivirla. No había cumplido ni un solo sueño de todos los que había escrito. No había hecho nada de lo que había deseado.

Sus manos temblaban mientras cubría su rostro, sintió cómo la desesperación volvía. No debía llorar. No debía llorar. Alzó el rostro y se limpió las lágrimas con las manos. Se levantó del suelo, tambaleándose por la falta de fuerza en las piernas. Sentía la garganta seca y rasposa con cada respiración, y el vaho escapaba de su boca al exhalar gracias a lo helado que estaba el clima. Poca luz se colaba por la ventana con rejas. Allá afuera, estaba la vida. Afuera, el sol podría calentar su piel.

Con pasos cautelosos, rodeó las cajas y trastos viejos que había por el suelo. Casi había agarrado una foto, pero al ver pasar un ratón corriendo Su Jin apartó la mano rápidamente, sobresaltado. Decidió no tocar nada más.

Se le ocurrió que podía revisar la puerta. Ayer ya lo había intentado, así como: golpear, gritar, hasta patear. Se acercó, apoyando su mano helada en el pomo, girándolo con desconfianza, esperando sentir la resistencia.

Pero no hubo ninguna.

La puerta se abrió. Sin más.

Cautivos del Destino. (YAOI | TÓXICO) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora