XIX - SU1C1D10

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CAPÍTULO 19: Suic1di0.

El aguacero castigaba el parabrisas con furia, trazando surcos líquidos que se deslizaban sobre el cristal. La madrugada fría se tragaba la carretera y él manejaba de regreso a casa.

Las decisiones estúpidas de su hermano mayor habían ido demasiado lejos esta vez. Su padre podría haber muerto por su culpa. La salud de su progenitor era una preocupación constante, porque la fragilidad de su corazón se sentía como una espada de Damocles sobre su cabeza.

Se detuvo frente a un semáforo rojo. Detuvo el auto, los dedos tamborileando suavemente contra el cuero del volante. Soltó un suspiro, apoyó la cabeza en el respaldo del asiento unos segundos, cerrando los ojos y frotándolos con las yemas de los dedos, cansado. Su mente daba vueltas en el mar de preocupaciones.

Su padre estaba estable, por suerte. Había tenido una pequeña plática con él antes de irse. Le hizo conocer su inquietud, dos años y un poco más habían pasado. Le recordó que el trato decía cuatro años; la mitad del tiempo se había evaporado, y ahora irremediablemente su padre le exigía el niño.

Apretó el volante con fuerza. No lo quería. Realmente no quería un hijo. Un niño con su sangre y su apellido, los niños requieren tiempo, atención y cuidados, y para él y su trabajo, al igual que su insoportable matrimonio, resultaría una carga.

El semáforo cambió. Pisó el acelerador y el auto se deslizó en la avenida. Su cabeza seguía en las nubes. No le emocionaba la idea de convivir con su cónyuge, pero no tenía otras opciones. Había comprado un departamento a las afueras de la cuidad de su destino, no podía quedarse en Rusia mucho tiempo porque su trabajo lo arrastraba al extranjero.

Se pasó una mano por la cara. Estaba cansado, quería llegar a casa, abordar el avión y allí dormir un rato.

Los controles holográficos parpadearon a su alrededor mientras ordenaba al carro que llamara a su sirvienta. La luz del tablero se iluminó con un resplandor blanco mientras el vehículo ejecutaba la tarea sin esfuerzo, marcando el número de contacto de la mujer.

Ella atendió el celular casi de inmediato.

"Necesito que ayudes a mi esposo a hacer las maletas. Estaremos saliendo en un vuelo privado en poco tiempo, así que asegúrate de que esté listo", ordenó.

Hubo un silencio al otro lado de la línea antes de que la voz de la mujer respondiera. "Señor... su esposo... él ingresó a UCI."


Fue un golpe de noticia. Frenó el auto de golpe, ignorando el chirrido del sistema automatizado.

"¿Qué dijiste?"

"Señor, él... tuvo un problema. Se lo llevaron de emergencia."

Alexander sintió cómo su pulso se aceleraba. "Espera. Espera, no entiendo. Explícate, por favor."

"No... no sé exactamente qué pasó... solo supe que... lo llevaron y..."

"¿¡No sabes!?" Levantó la voz el hombre, su furia despertó. "¿Para qué te pago entonces? ¡Te dije que mantuvieras un ojo en él, precisamente para evitar ese tipo de situaciones!"

Dariya balbuceó algo ininteligible. Alexander inhaló hondo, controlando la furia que lo carcomía por dentro.

"Dime en qué hospital está."

Cautivos del Destino. (YAOI | TÓXICO) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora