IV

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El litro de calimocho entre los tres había entrado bien. Minghao ya no se sentía tan mal. La previa en el Sunshine fue bien. Hablaron de todo, se rieron y hasta, en algún punto, Yujin y Joshua se pusieron a bailar.

Al salir, los otros dos se pusieron a fumar. Yujin le acercó la cajetilla a Hao, con una pequeña sonrisa que, sin necesidad de palabras, le preguntaba si quería también un cigarro.

–No, gracias. Lo he dejado.

–¿Cuándo? –cuestionaron los otros dos a la vez, sorprendidos.

–La semana pasada –respondió Minghao, desafortunadamente sufriendo un ataque de tos.

Caminaron hacia el pub. Hao había dejado de fumar activamente, pero estaba siendo fumador pasivo al estar en medio de sus dos amigos, los cuales cada vez que se les acababa un pitillo, se ponían uno nuevo entre los labios.

El Dietro era uno de los locales de ocio nocturno más populares de la ciudad. De querer entrar, era recomendable ir pronto, porque después se formaban colas que ocupaban toda la calle. La gente se empujaba para colarse y hasta, de vez en cuando, se empezaba alguna pelea física. Es por eso que, a las doce, Yujin, Joshua y Minghao ya estaban ahí, y consiguieron entrar rápidamente. Shua invitó a sus amigos a chupitos, y después a un cubata. Hao lo agradeció, porque tenía poco dinero para acabar el mes y lo necesitaba para comprar comida y, también importante, un jarabe para la tos.

Bailaron. Habían hecho una apuesta con Seokmin, a ver si alguno de los tres conseguía rollo esa noche. Joshua y Yujin iban a cazar. Minghao sólo pensaba en Junhui. No entendía cómo podía siquiera pensar, porque el alcohol se le había subido bastante ya, y eso que era temprano. Sintió una mano en su hombro y se dio la vuelta, encontrándose con Yeosang, un compañero de clase.

–Minghao –le saludó–. He oído que lo has dejado con Seonghwa.

–Ah, sí. Larga historia.

–Tengo toda la noche.

Minghao, en su dulce embriaguez, consiguió contar la historia con todo lujo de detalles. Entonces, notó que Yeosang estaba cerca, muy cerca. Si le entrase, le seguiría el rollo. Junhui no estaba ahí. Y un lío es sólo un lío.

–Nuestra clase está llena de pringados, ¿verdad? –comentó Yeosang. A Minghao le cambió la cara completamente–. Y son todos muy feos, como Mingyu y Chan, ¿no crees? Los más pringados.

¿Pero quién se creía el pavo ese para hablar así de los amigos de Minghao? Se separó.

–No son feos. Ni pringados. No los conoces.

Y la mala mirada que le echó, le dio la pista a Yeosang de que se debería ir, no seguir intentando rollo con Hao. Mientras, Joshua hablaba con un chico en una esquina y Yujin se veía enormemente centrada en terminar su bebida. Ella había estado observando toda la situación.

–No entiendo cómo alguien puede ser tan imbécil –comentó.

–Yo tampoco. Si se hubiese callado la boca, me hubiera planteado liarme con él. 

–¿Y Junhui?

–Con Jun me gustaría tener algo más. Un lío es un lío. Y no somos nada. Aún. Pero tampoco es como que me conteste a los mensajes.

Sus ojos se cristalizaron, lágrimas empezaron a caer por su rostro. No entendía la situación con Jun y eso lo ponía triste. Aparte, estaba borracho. Yujin lo abrazó con fuerza.

–Creo que Shua está bastante entretenido –le dijo ella–. Salgamos afuera a tomar el aire tú y yo.

Minghao asintió. Se despidieron de Joshua. Afuera, la enorme cola serpenteaba, ya llena de jóvenes adultos deseosos de fiesta. Yujin prendió un cigarrillo y volvió a ofrecerle a Hao. De esa vez sí que lo aceptó gustosamente. Dio la primera calada, que lo calmó al instante. Pasearon a paso lento, hasta llegar a un lugar en el que casi no había gente.

–¿Qué te pone mal? ¿Lo de Jun? ¿Lo de Seonghwa? ¿Lo de Wonwoo?

–Creo que se me ha juntado todo, Yujin. Pero sobretodo lo de Jun. Es que no lo entiendo. A Hansol le dice una cosa para hacer la contraria. Me pone triste. Necesito una respuesta concisa. No que me dé esperanzas y después me haga ghosting. Estoy hasta los putos cojones del ghosting.

–Normal, Ming. Después de lo de Seonhwa... En fin.

Yujin tiró su colilla al suelo para, acto seguido, darle un pisotón. Ambos se sentaron en una esquina de la calle, sucia, pero no les importaba demasiado. Minghao cerró los ojos, antes de dar la última calada y dejar caer el cigarro, como había hecho su amiga.

–Todo es una mierda.

–No, Ming, verás como-

–¿Minghao?

Una voz conocida interrumpió a Yujin. Hao abrió los ojos, encontrándose con Seonghwa delante de él. Se quiso morir. No le respondió.

–Quería hablar contigo.

Pero el otro no dijo nada. Estiró su mano hacia su amiga para que le diese otro pitillo. Se lo colocó entre los labios y le dejó que se lo encendiera.

–Minghao. No seas infantil.

Esas palabras se dirigieron hacia su pecho como balas de una Magnum, letales y concisas. ¿Infantil él? ¿Y lo decía Seonghwa? ¿Estaba de coña? Hao se levantó. Yujin intentó agarrarlo, pero fue incapaz. Encaró a su ex, quedando tan cerca que el cigarrillo entre sus labios casi alcanzaba el rostro del contrario, que tosió por el humo. Minghao lo agarró entre el índice y el corazón de su mano izquierda mientras que, con la derecha, propinaba un puñetazo directo a una de las mejillas del otro. Hao no estaba en su mejor momento.

–¡Ming!– le riñó Yujin. Pero no le hizo caso.

Seonghwa contraatacó. Empujó a Minghao tan fuerte que los hizo caer al suelo. El pitillo se desprendió de entre sus dedos. Eso le cabreó más. Su ex se colocó a horcajadas sobre su abdomen, buscando la posición cómoda para golpearle el rostro, una y otra vez. Pero Hao le agarró los puños y se los apretó con fuerza, haciéndole daño.

En un momento, Seonghwa cayó hacia un lado. Minghao se quedó perplejo, sin saber qué había pasado. Pero, al levantar la vista, observó cómo un hombre, de más o menos su edad, calculó, pateaba a "la mosca", sin detenerse. Yujin estaba horrorizada. Cuando acabó la agresión, el desconocido se agachó a ayudar a Hao a levantarse.

–¿Estás bien? –le preguntó.

–Sí –aunque no era verdad. Pero al menos se había quedado a gusto de cojones al pegarle a su ex.

–Me llamo Soonyoung.

–Minghao.

Y entonces, escucharon acercarse a un coche de policía, que solía patrullar las calles los jueves. Yujin empezó a correr y Soonyoung también, arrastrando a Minghao de la mano, que se había quedado quieto. Escaparon sin problema y, para cuando se habían cansado de correr, ya estaban lejos.

prosa triste ;; soonhaoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora