Seungwan emitió un sonido terrible, como un animal agonizando. Estaba en un callejón sin salida. No, era más como estar en una caja increíblemente chiquita en la que apenas y podía moverse. Había un dolor sordo en su estómago y un placer más profundo que todo lo que hubiese sentido a lo largo de su vida encajado en la base de su vientre. Además, solamente había un sonido de respiración gorgoteando, un latido terrible y un miedo que le hacía arrastrar las palabras. Y no solo era su agujero lo que sintió que estaba sensible, sino también la parte inferior de su abdomen y su cadera. Era lógico que después de ser perforado por tanto tiempo, por cada orificio que tenía, el cuerpo se le pusiera tan inútil como si se hubiera convertido en un trozo de madera.
"Como estás ensuciando tanto la cama, pienso que los cortesanos van a enojarse después. Ya sabes, son ellos los que limpian la habitación."
Como dijo Kyodo, Seungwan volvió a eyacular tanto que hasta fue como si hubiese comenzado a tener incontinencia por el orificio de su verga. Y cuando su fantasía volvió al momento exacto en que el hombre sacaba su pene, incluso llegó al clímax con un sonido muy parecido a:
"¡Aaaah!"
Pero a pesar de que se salió, todavía estaba lo suficientemente abierto como para que pudiera penetrarlo de nuevo con solo utilizar un pequeño movimiento de su cuerpo. Seungwan lo sabía bien, así que se le puso la piel de gallina cuando sintió que verdaderamente había cambiado en la forma en la que se sentía con el sexo. Además, aunque el hombre se había separado de él, no podía deshacerse por completo de las sensaciones incrustadas en su piel e incluso si el dobladillo de su ropa tocaba un poco sus pezones o el área de su ombligo, su piel sensible le hacía tener ganas de volver a gritar.
"¿Estás satisfecho?"
Preguntó Kyodo. El miedo que surgió dentro de él, gracias a esa voz baja y sin emociones, se apoderó de su corazón hasta el punto en que se puso a temblar. Sus extremidades estaban atadas de nuevo y no podía escapar por más que lo intentara así que lo único que se le ocurrió hacer para ese momento, fue voltear la cabeza por completo para un lado y morderse los labios. Su hermano se burló, apretando la cuerda tan fuerte que hasta los dedos se le entumecieron.
"Deberías llorar delante de mí todos los días, te ves encantador."
"Déjame ir. Déjame ir, por favor. Ya te dije que no puedo. ¡De verdad no puedo hacerlo más!"
"Pero si apenas estamos empezando."
"Suéltame. Por favor, por favor..."
Seungwan, que había estado llorando con fuerza durante todo este tiempo, no pudo darse cuenta del momento en que su hermano se acercó junto a él para poder hacer que se diera la vuelta. Y ya que ni siquiera lo desató o lo aflojó para darle un descanso, Seungwan tuvo que lidiar también con un dolor que le hacía pensar que le estaban cortando la muñeca de un solo tajo. Su hermano dijo:
"Te dije que necesitabas un castigo apropiado para una falta tan grave."
Y apenas dejó de hablar, sintió un toque en la espalda que era... Completamente diferente a como se sentían los dedos de Kyodo. Algo que le hizo pensar que lo que estaba allí junto a él, en definitiva no era un humano.
"¿Qué...? ¿Qué está pasando?"
Era una pata. Una pata con garras negras que presionaban el hombro de Seungwan completamente para abajo. Por supuesto, no había tiempo para gemir por el dolor en su cuerpo cuando se dio cuenta de que el perro se había acercado, colocado fuerza en sus extremidades delanteras y comenzado a meterle una verga pequeña y resbaladiza entre sus nalgas. Además, fue algo terrible que su culo se abriera sin importar que quien lo follara ahora, fuera un animal.