trabajo

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En algún lugar de Grecia, un grupo de hombres defendía el templo más grande en honor al dios de los mares: Poseidón. Cada uno de ellos había conseguido defender los pilares que sostenían el Soporte Principal, gracias al entrenamiento constante que los ponía en un rango apropiado para combatir las fuerzas que podían amenazar aquel inmenso templo.

Aquel día, habían varios postulantes para el único pilar que quedaba disponible. Todos estaban presentes, sentados en una media luna. Poseidón estaba al medio, escuchando atentamente, era el único realmente interesado; los demás bostezaban con disimulo constantemente.

Quedaba un último postulante. Entró tímidamente por la puerta, su silueta era más pequeña que el resto de los postulantes. Isaak le pegó un codazo a Kanon para que prestara atención al nuevo postulante.

- Debe ser una broma... - dijo en voz baja.

- Bienvenido. Tú debes ser...

- Sorrento. Mucho gusto - dijo acercando su mano a Poseidón, haciendo un gesto hacia los demás presentes. Cuando hizo contacto visual con Kanon, ambos quedaron por un instante mirándose, pero Kanon miró hacia otro lado con desdén. Sorrento pudo percibirlo y se sintió incómodo.

Estuvieron al menos media hora conversando. Todo decía que era el más capacitado... Pero Kanon no lo quería aceptar. Luego, Sorrento se retiró agradeciendo la oportunidad. Se quedaron deliberando un poco más de una hora, y a pesar de que Kanon era el más dispuesto a convencer al resto de que no debían escoger a Sorrento, Poseidón había tomado ya la decisión.

Al día siguiente, Sorrento estaba incorporado en el templo como uno de los siete caballeros protectores. Kanon se mordía la boca de rabia, apretaba sus puños al verlo a lo lejos parado ahí, tan intachable.

- Me sorprende que te sientas capaz de estar entre uno de nosotros. - dijo al oído de Sorrento, al pararse detrás de él, cuando estaba arreglándose para partir a su cuarto, apoyado en uno de los pilares.

- Kanon, ¿verdad?

- Debería decir "un gusto", pero no es así.

- Bien, Kanon. Para mí, sí es un gusto. Se ve que eres un hombre muy fuerte - dijo mirándolo por completo - y es claro que no confías en mi capacidad de hacer este trabajo...

- Exactamente.

- ... pero sí lo soy.

Kanon rió con sarcasmo. Entonces, Sorrento se dió media vuelta, ignorándolo.

- No queda más que esperar que pase el tiempo y poder demostrarte de lo que soy capaz.

- No durarás mucho tiempo en este lugar, se nota que eres débil. - dijo adelantándose.

Sorrento sintió una corriente de ira metiéndose en sus huesos. Se dirigió a la puerta pero Kanon estaba ahí, tapando el paso.

- Permiso.

- No te dejaré pasar.

- ¿Cuál es tu problema?

- Trabajar contigo.

- Déjame pasar, por favor.

- No lo haré.

Entonces Sorrento usó su fuerza para abrirse paso, desequilibrando a Kanon, quien lo miró sorprendido.

Kanon se quedó mucho rato aquella noche pensando en lo que había sucedido. ¿Por qué le desagradaba tanto aquel tipo? ¿era por su contextura física que lo hacía parecer indefenso, o tal vez la manera tan ridícula de hablar tan cortés que lo irritaba tanto...?

Al día siguiente, Kanon se dedicó a mirarlo a lo lejos con la cara más furiosa que tenía, pero Sorrento parecía no inmutarse, pues apenas lo miraba.

Castigo divinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora