bajo la sombra de aquel árbol

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Tal vez los demás pensaran que era sólo un trabajo, pero no lo era. Morir defendiendo a un dios era la máxima proeza que podía hacer un ser humano. Sorrento se sentía alagado de poder estar ahí, entre los siete generales, defendiendo el templo en donde Poseidón descansaba. Sentía que tenía un lugar importante en la historia de la humanidad... Y sin embargo, no se sentía del todo bien, era como si algo importante le faltara, le invadía de un anhelo extraño, nunca antes  experimentado. No sabía lo que ocurría, pero sí sabía lo que quería.

Por su parte, Kanon se sentía más extraño que nunca, como si algo en su interior hubiese cambiado. Lo entusiasmaba tener a un compañero nuevo entre sus filas, eso lo acercaba más a su meta, pero no sólo eso: se sentía en la obligación de conocerle, porque él le conocía mucho más, lo que supone una desventaja.

A la mañana siguiente, apareció en la puerta de la habitación de Sorrento, quien salió a abrir la puerta aún cepillando sus dientes.

- Buenos días, compañero. ¿No es un magnífico día para entrenar? - Sorrento lo miró con cara de extrañeza. Kanon entró sin esperar ser invitado. - ¿Ya hiciste tu cama? Abriste la ventana, está todo impecable... ¿Cómo lo haces?

- Me despierto muy temprano - alzó la voz Sorrento desde el baño, terminando de lavar sus dientes.

- Ya veo. Oye, tienes partituras... ¿Tocas algún instrumento?

- La flauta traversa.

- La usas como arma, lo dijiste frente a Poseidón.

- Así es.

- ¿Cómo es posible que puedas hacer eso?

- La música forma parte de todo. Si la logras entender y manipular, puede llegar a ser un arma letal.

- Realmente admirable.

- ¿Tú usas algún arma?

- No, tengo otro tipo de poderes.

- Como el del caballero de Géminis, en el templo de Atena.

- Muy similar. ¿Qué sabes de él?

- Que es muy poderoso; que protege a Atena en el templo desde la casa de Géminis, portando la armadura dorada; y que es tu hermano gemelo.

- Efectivamente.

- Se dice que eres el gemelo malvado, y que te encerró en Cabo Sunión. - Kanon miró el piso con una mirada vacía  - ¿Cómo escapaste?

- Gracias a la ayuda de Poseidón.

- ¿Cambiaste lu lealtad?

- Él salvó mi vida, si estoy aquí es gracias a él. ¿Y tú? ¿por qué eres fiel a Poseidón?

- Creo en todo lo que quiere para la humanidad, me parece que es justo.

- ¿Crees que él siente que somos leales a él, sin importar nada?

- Debe saberlo.

- ¿Y si se entera que no nos comportamos bien?

- ¿Estás asustado por lo de los otros días...?

- No, no estoy asustado por eso - dijo mirando el piso.

- ¿Entonces...?

- Es difícil de explicar. - dijo acongojado, mirando el piso.

- Te escucho.

Kanon lo miró a los ojos.

- Creo... Es ridículo, pero... Creo que mi cabeza está en otro lugar. Creo... que me estoy enamorando.

Castigo divinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora