Había sido idea de su hermana pequeña, Primrose, y no había nada que a Prim con sus 8 añitos se le pudiera negar, y menos después de la muerte de su padre que hizo que su madre desapareciera, al menos psicológicamente de este mundo.
Prim era todo el mundo de Katniss.
Todo comenzó cuando, volviendo un día del colegio pasaron junto a la panadería, eso no era extraño, casi todos las semanas, si la mujer del panadero no estaba atendiendo a los clientes, paraban en el escaparate para ver los pasteles que se exhibían. Pese a que eran una de las pocas familias de La Veta que no pasaba hambre, gracias a la carne que traía Katniss por la caza, tampoco tenían dinero para tales dispendios.
Sin embargo, este lunes Katniss no tenía tiempo para parar y observar las pequeñas obras de arte, este lunes Katniss necesitaba pasar por la zapatería a recoger las viejas y desgatadas botas de caza de su padre que necesitaban un arreglo, le habían costado un par de conejos y la promesa del primer pavo salvaje de la temporada. Pero Prim no se lo iba a poner fácil.
—Por favor, Katniss — repitió la pequeña de nuevo —ya soy mayor y puedo cuidarme sola.
—Prim solo tienes ocho año — repitió con desgana su hermana mayor
—¡Casi nueve! — Le recordó Prim ya que su cumpleaños era en apenas dos semanas — ¿qué tal un primer regalo avanzado de cumpleaños!.
—Ese es chantaje, Prim... — Pero al ver la sonrisa de su hermana no pudo menos que aceptar —. Sin embargo me has de prometer que te quedarás todo el rato junto a las escaleras, y que si ves a la bruja aparecer en la panadería echarás a correr hasta la fuente de la plaza y allí te recogeré. ¿Me entiendes? Si me desobedeces no habrá más regalo.
Prim asintió emocionada con la cabeza, era la primera vez que Katniss la trataba como "adulta". Se acercaron cautelosamente, y cuando vieron que era el señor Mellark el que estaba hoy cuidando la panadería respiraron con alivio.
—Prim, espérame aquí, volveré en quince minutos.
Katniss echó a correr hacia la zapatería, que se encontraba relativamente cerca, a unas dos manzanas, y no es que las manzanas del distrito 12 fueran muy grandes.
De camino hacia allí solo podía pensar en si habría sido buena idea dejar a Prim sola y en que no tendría que haberse dejado convencer. De vuelta de la zapatería, ya con sus botas en la mano, en lo que pensaba era en que le compraría a Prim por su cumpleaños. Había visto varias cosas pero de todo lo que más le convencía eran unos lazos rosas que había visto en El Quemador. A Prim le encantaban los lazos y estaría preciosa...
Sus pensamientos se pararon de pronto al girar la esquina. Vio que su hermana, gracias a Dios, estaba donde habían quedado. Pero no estaba sola. Un chico rubio, de la misma edad de Katniss estaba con ella.
Era Peeta Mellark, el hijo pequeño del panadero y se conocían porque iban a clase juntos, aunque no es que hubieran hablado desde la guardería. Katniss se molestó, no le gustaba que Prim hiciera amistad con los mercaderes. Ellas pertenecían a La Veta.
—Prim, vámonos — dijo Katniss cuando se acercó a ellos, sin desviar la mirada ni un segundo hacia el chico. Prim la miró incómoda, ella, pese a su edad, tenía unos modales mucho menos bruscos que su hermana.
—Hola Katniss, estaba hablando con Peeta ¿le conoces? Katniss asintió con la cabeza todavía sin mirar al chico.
—Hola Katniss — dijo Peeta, sin importarle los modales de su compañera.
En ese momento, Katniss se giró y le miró a los ojos: ¿Cómo era posible que no se hubiera dado nunca cuenta de los azules que tenía los ojos? Pensó, parecían del azul radiante e intenso de un día de verano, cuando el cielo es tan azul que casi parece añil.

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Castillos de arena
Fanfic¿Qué pasaría si en vez del pan, Peeta le hubiera dado esperanza de otra manera a Katniss? Escrito para Prompts in Panem: Language of flowers.