𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝟏

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❝𝐈𝐍𝐈𝐓𝐈𝐔𝐌 𝐂𝐋𝐀𝐃𝐈𝐒❞

La sombra de la noche se arrastraba lentamente sobre el paisaje devastado, donde el fuego había dejado su marca indeleble en cada rincón

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La sombra de la noche se arrastraba lentamente sobre el paisaje devastado, donde el fuego había dejado su marca indeleble en cada rincón. A lo lejos, el resplandor de las llamas iluminaba el cielo con un tono anaranjado y siniestro, una visión aterradora que parecía devorar el horizonte sin piedad. En medio de esta destrucción, una figura solitaria corría con desesperación, su silueta apenas visible entre el humo y las cenizas. Su paso era incierto, cada movimiento arrastrando el peso de una culpa abrumadora que la hacía tropezar.

El rugido de las llamas se alzaba en la distancia, una amenaza constante que la perseguía como un eco implacable, resonando en sus oídos y en su mente. Todo lo que había conocido, todo lo que alguna vez había llamado hogar, estaba reducido a cenizas y escombros. La visión de las columnas de humo negro elevándose hacia el cielo nublado le quemaba la mente tanto como el calor que sentía en su piel. Ella había causado esa destrucción. No podía permitirse olvidar eso, no todavía, no mientras el fuego aún ardía.

El suelo bajo sus pies estaba agrietado y ardía con el calor residual de la conflagración, cada paso siendo una tortura. El aire era una mezcla de ceniza y humo, que le costaba respirar y cegaba su visión, haciendo que sus ojos lagrimearan. No podía detenerse ni permitirse pensar en lo que había dejado atrás. Cada respiración le dolía en el pecho, y el sudor frío mezclado con sangre se deslizaba por su frente, marcando su piel desgarrada y sucia.

De repente, una ráfaga de viento caliente levantó un remolino de polvo y cenizas, y entre el caos, su mirada se posó en una flor marchita, aplastada y descolorida entre los escombros. El instante la hizo tambalearse, y en su mente, el tiempo pareció detenerse. La flor, un vestigio de vida en medio de la devastación, le recordó lo que había perdido y lo que había destruido. La culpa la envolvió como una manta pesada, y por un momento, se quedó inmóvil, atrapada entre el pasado y el presente.

Era él, con su sonrisa radiante que iluminaba incluso los días más grises, como un rayo de sol atravesando nubes densas

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Era él, con su sonrisa radiante que iluminaba incluso los días más grises, como un rayo de sol atravesando nubes densas. Sostenía una flor en sus manos, una flor que parecía capturar la esencia misma de la primavera en su delicado capullo. El brillo de sus ojos, llenos de travesura, reflejaba una alegría contagiosa que siempre lograba encender en ella. Cada vez que sonreía, el mundo a su alrededor se tornaba más brillante; era como si los colores volvieran a cobrar vida en su presencia.

𝗟𝗟𝗔𝗠𝗔 𝗗𝗘 𝗖𝗔𝗠𝗘𝗟𝗢𝗧  [Arthur Pendragon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora