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Zack

—¿Qué haces aquí?

Me detuve a un lado de Riley quien permanencia solitaria en el patio de atrás junto a los barriles de cerveza.

—¿Has estado bebiendo de ahí? —le pregunté bastante sorprendido de verla sosteniendo aquella manguera que sobresalía del barril.

—¿Dónde estabas? —me preguntó apenas entendible.

Parecía que había estado comiendo tanto helado que su lengua se había adormecido.

—Has bebido demasiado —dije.

Le quité la manguera que sostenía entre sus manos y la dejé caer a un lado del barril.

—¿Dónde estabas? —volvió a preguntar al mismo tiempo que intentaba ponerse de pie.

—Estaba siendo un maldito débil —respondí mientras la ayudaba a pararse.

—Me dejaste sola —pronunció con un puchero —estaba sola como una rara, era un bicho raro y solo, muy solo —recargó su cabeza sobre mi pecho comenzado a llorar muy ruidosamente.

Traté de consolarla dándole pequeñas palmadas en su espalda mientras que con el otro brazo la tenía abrazada.

—La asusté —pronunció ahogando sus palabras sobre mi pecho. Seguido continuó sollozando tan fuerte que los presentes volteaban a vernos.

—¿A quién asustaste?

Riley volvió a berrear desafortunadamente.

—Riley, ¿qué hiciste? —la aparté para poder verla de frente y me explicara mejor que había ocurrido durante mi ausencia.

Su blanca piel estaba rojiza, sus pecas resaltaban más a consecuencia del brillo que le daban las lágrimas que caían sin freno, debajo de sus ojos estaba la máscara de pestañas corrido por toda la zona de sus ojeras; era un pequeño panda llorón y ebrio.

—Le dije que se veía muuuy bien.

No dije nada. Ladee la cabeza a un lado mostrándome bastante seguro de que me estaba mintiendo.

Su labio inferior comenzó a temblar y pronto su fuerte llanto volvió.

Había chicas que se veían tiernas llorando, te hacían sentir como un hombre al intentar protegerlas, pues déjenme decir que con Riley no era así. La rubia tenía un modo bastante exagerado para llorar, el ruido que emitía era molesto y vergonzoso antes que agradable y tierno.

—Riley, ya basta —la agarré de los hombros, pero ella continuaba llorando.

Todos volteaban a vernos y cuchicheaban cosas entre ellos; ya podía imaginar lo que dirán mañana, que hice llorar a la cerebrito de la escuela.

—Quería saber si tenía algo con Nathan —jaló el aire que estaba faltándole por privarse a causa del llanto. —Yo solo quería saber, ya sabes, quería ayudarte también. Tienes algo con... —le cubrí la boca antes de que dijera todo y terminara arruinando mi vida para siempre.

—Ahórrate detalles, por favor —le ordené.

Ella asintió con la palma de mi mano sobre su boca. Descubrí poco a poco sus labios.

—Ahora sí, ¿qué más sucedió?

—Le pregunté... yo quería saber si ella...

Podía imaginar que había salido de la boca sin filtro que cargaba mi dulce amiga.

—¿Le preguntaste si le gustan las mujeres? —sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas —dime por favor que no lo hiciste enfrente de todos.

Entonces el fuerte llanto volvió.

𝟟𝟘 𝕪𝕖𝕒𝕣𝕤 𝕠𝕗 𝕝𝕠𝕧𝕖 (En Pausa) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora