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ERA DE MAÑANA, había salido de casa en cuanto mis padres se fueron al trabajo, dirigiéndome al dojo con una sonrisa que se había vuelto diaria estos días

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ERA DE MAÑANA, había salido de casa en cuanto mis padres se fueron al trabajo, dirigiéndome al dojo con una sonrisa que se había vuelto diaria estos días.

Como buen compañero y estudiante, traía conmigo tres cafés cortados de la mejor cafetería de la ciudad (claro que lo es, y no solo porque me hacen un descuento por ser amigos de mi madre.)

─Y si no consigo más estudiantes no podré enseñarles. ─logré escuchar Johnny mientras cerraba la puerta con el pie.

─¿Ha pensado en hacer publicidad? ─los dos voltearon hacía mí en cuanto hablé.

—Tarde, Gyllenhaal. —a diferencia del sensei, Miguel se acercó para tomar uno de los vasos descartables que le ofrecía.

—Hubo una parada técnica, lo siento.

Tomó un gran sorbo y luego, con una mueca, dijo: —El café con leche es de nenitas.

─Debí suponerlo, iré a comprar otro. ─me volteé para salir nuevamente por la puerta, claramente no iba en serio.

─¡Vamos! Gyllenhaal, Diaz quiero verlos haciendo publicidad ─comprimí una risa y miré a Miguel. ─¡Ahora!

(...)

El timbre para el almuerzo por fin sonó, estaba agotado de ver la pizarra llena de números y no entender absolutamente nada. Si bien nunca pude ser de los primeros promedios en primaria, podía llevarlo adelante, al llegar a preparatoria todo se vino abajo. Aunque tratase de poner toda mi atención, no lograba interesarme lo suficiente. Suspiré, recogiendo mis libros y mi bolígrafo rojo.

─El acoso cibernético no es una broma. —el alumnado estaba callado, pasé con mi bandeja por la estación de comida a paso lento, diciéndole que sí a todo.

─Hola chicos ¿Puedo sentarme? ─susurré, prestando atención a la profesora dando un discurso. Eli me miró con cara de pocos amigos, Demetri asintió.

─Enviarle un mensaje cruel a alguien por internet es tan hiriente como decírselo en la cara. ─a este punto ya nadie estaba escuchando realmente, varios murmullos se hicieron presentes y el lugar se volvió tan ruidoso como lo era normalmente.

Miguel y yo eramos unos de ellos, Miguel tiraba pequeños pedazos de pan mientras yo intentaba atraparlos con la boca, y luego cambiábamos roles. Me encontré con la mirada de Sam más de una vez, pero decidí ignorarla.

─No mencionaré nombres, pero el otro día... ─noté como Eli, a mi lado, dejaba de prestarnos atención a mí y a Miguel, y se tensaba por completo. ─Una madre me llamó porque su hijo lloraba luego de que unos chicos se burlaran de él por su deformidad facial. ─fue inevitable no darme cuenta de quien se trataba al ver todas las cabezas darse vuelta hacia nuestra mesa, con miradas con gracia y susurros. Eli estaba incómodo, con una mano tapando su rostro y mirando hacia abajo. Parecía que se trataba de un parque y nosotros éramos la mejor atracción. A mí me encanta recibir miradas, y creerme una celebridad, pero a Eli y Demetri no. Entonces no pude soportarlo.

ALL TOO WELL, Eli Moskowitz (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora