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LE SONREÍ A LA CHICA PELIRROJA a la que estaba besando y me eché a correr al baño a vomitar

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LE SONREÍ A LA CHICA PELIRROJA a la que estaba besando y me eché a correr al baño a vomitar.
Me sentí un poco mal por ella, no por haberla dejado entre las personas de la fiesta sin explicación, sino por haberla besado para tratar de convencerme de algo que no soy.

Me tardó años de confusión y noches llorando aceptar que de alguna manera no era como mis demás compañeros de clase, que era diferente.
Cuando era más pequeño miraba a los chicos de mi salón más de lo normal, al principio quería creer que era por admiración, o en el peor de los casos, por envidia. Pero se me había escapado un suspiro al ver a mi mejor amigo llegar al baile de secundaria vestido de traje, y ahí fue cuando supe que estaba perdido.

No es como si mis padres no me vayan a aceptar, puede que mi relación con ellos no sea la mejor, pero ellos no son una mierda homofóbica. Aún así, de que me sirve que otra gente me acepte si yo no puedo hacerlo.

Me pasé la mano por la boca y bajando las escaleras me llevé una botella de vodka conmigo, escapando de aquella casa cuando ya casi amanecía.

Entré a la primera tienda que encontré, fuí hasta el pasillo de frituras y tomé un paquete mediano de Doritos que abrí de inmediato, el hombre detrás del mostrador me miró mal.

─¡Voy a pagar por esto! ─grité mirando hacia el señor que atendía el lugar.

Por estar mirando hacia atrás choqué con un chico e hice caer lo que llevaba en mis manos.

—Lo... lamento. ─dije tratando de conectar cables para contestar de una manera coherente. ─¿Estás bien?

─No te preocupes, creo que él que no está bien aquí eres tú. ─habló sacándome una risita.

─Acabo de volver de una fiesta, ya sabés. ─contesté pestañeando un par de veces y sacando una bebida del refrigerador.

─En realidad jamás fuí a una fiesta.

─Pues la próxima te invitaré a una, ¿Cómo te llamas? Yo soy Jake.

─Miguel Díaz. ─sonrió y yo también.

─Un gusto, adiós. ─dije rápido y me fuí tambaleando hasta el mostrador.

Una vez que pagué por los Doritos, un refresco y un vaso descartable, salí del lugar y me senté en el cordón que daba a la calle. Vacíe el poco contenido que quedaba de la botella de vodka en el vaso y luego destapé la lata de refresco para ponerla también.

Si el Jake de siete años me viera en este estado, ebrio y en una crisis gay, probablemente se burlaría de mí.

De alguna manera recurría al alcohol para olvidarme de los problemas que tenía, que ni siquiera eran lo suficientemente graves, porque había personas que la estaban pasando peor.

Me distraje con unos gritos provenientes de una camioneta, bajé la cabeza tratando de ocultar mi rostro lo más posible, pues se trataba de Kyler y sus amigos, unos bullys que se creían mis amigos, pero realmente no me caían nada bien.

ALL TOO WELL, Eli Moskowitz (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora