Capítulo 8: Navegando

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A la mañana siguiente Apo fue el primero en despertar y buscó la cocina para preparar el desayuno, había un montón de cosas en el refrigerador, por lo que hizo un poco de todo. Estaba terminando de poner la mesa cuando Mile bajo.

- No era necesario que cocinaras Apo –se acercó para dejarle un beso en la mejilla.

- No es un problema para mí.

- Gracias hermoso –Apo le sonrió, pues amaba ser llamado así.

- Siéntate para que comamos –Apo se acercó a la mesa llevando dos vasos de jugo de naranja natural.

- ¿dormiste bien? –preguntó Mile.

- Más que bien, hace mucho no dormía placenteramente.

- Me alegro –tomó un bocado del homelet–, wauu.... Esto está demasiado sabroso.

- Solo es huevo Mile –dijo el chico algo avergonzado, el mayor solo sonrió-. ¿Qué haremos hoy?

- Navegar.

- ¿Qué?

- ¿Le tienes miedo al mar? –preguntó preocupado Mile.

- No, pero ¿Quién navegara?

- Yo, tengo un bote que navego desde hace años.

- Wau... eres impresionante.

- ¿quieres aprender?

- No, gracias, prefiero solo verte.

- Bueno terminemos de comer, que nos espera un gran día.

Terminaron de comer y fueron hacia la playa donde los esperaba un hombre con el bote.

- Mile esto... no es un bote, parece un barco.

- Jajaja, no es tan grande.

- Pero Mile tiene dos pisos.

- No son dos piso, abajo tiene una habitación, cocina y baño, en la proa como puedes ver tiene un lugar para acostarse al sol y la pequeña piscina y arriba tiene una bar.

- Es chiquitito -dijo con ironía el modelo.

- Vamos no iremos muy adentro, la mar ha estado un poco intranquila -le dio la mano a Apo para ayudarle a subir.

- Gracias –caminaron hasta la cabina del capitán–, que hermoso.

- Ven –lo volteó y le puso un gorro de marinero–, te ves precioso.

- Yo siempre me veo bien –ambos rieron–. Bien llévame a navegar cadete.

- Si, capitán –Mile puso en marcha el motor y se embarcaron dentro del mar.

Navegaron una hora aproximadamente, estaban algo lejos de la playa, pero no muy dentro del mar. Mile apagó el motor y llevó a Apo a proa para que pudieran acostarse un rato bajo el sol. Apo sacaba foto a todo lo que veía y se fijó en una pequeña islita.

- Eso es parte de mi familia –le explicó Mile cuando vio lo que veía–, es pequeña, pero cuando era adolescente era mi refugio, me escapaba en un pequeño bote ahí y mis padres sabían que estaba ahí por lo que no me buscaban.

- Que genial tener un escape como ese.

- ¿quieres ir?

- No, es tu refugio, quizás cuando pase un tiempo.

- Bueno –era tan fácil entenderse entre ellos, pues Apo entendió que ese era el espacio de Mile y en el fondo este agradeció que Apo entendiera.

- Bueno y por qué no hay coctel en mi mano –dijo Apo tocando el pecho de Mile.

- ¡Oh! Claro, ven –lo llevó al bar que estaba arriba–, solo dime lo que quieres tomar.

- Lo que me prepares me lo tomaré.

Mile comenzó a hacer un trago bajo la mirada de Apo, cuando estuvo listo lo sirvió en una copa y se lo entrego.

- Espero sea de su agrado bello joven.

- Gracias guapo –Apo tomó del trago y sonrió– es muy rico, muchas gracias.

- Bien –Mile tomó un vaso para sí mismo–, brindemos por esto que está comenzando y espero que dure mucho.

- Mile –el modelo estaba emocionado–, eso espero también.

Chocaron sus copas y tomaron, luego Mile lo llevó de la mano al sofá del lugar, se sentaron y comenzaron a hablar, Mile escuchaba con atención al chico, pero sus manos estaban inquietas y tocaba sin darse cuenta la pierna del modelo, llegando a la parte alta de su muslo.

- Mile –dijo con un suspiro el chico–, tu mano.

- Lo siento –la retiró de inmediato algo avergonzado–, fue inconscientemente.

- Lo sé –Apo sentía que podía entregarse en cuerpo y alma al guitarrista, tenía la certeza que no perdería, que Mile no lo haría sufrir.

- Creo que mejor volvemos –Mile no podía esta vez descifrar que pensada Apo y estaba poniéndose ligeramente nervioso.

- Mile –el modelo dejo su copa en la mesita y se sentó sobre las piernas del hombre–, me gustas demasiado, creo que no es un gustar solamente, yo... creo...

- Yo también –sabía perfectamente a que se refería el otro–, pero eso no quieres decir que te falte el respeto, tengo deseos como cualquiera y sobre todo con alguien como tú, pero no quiero que pienses que...

- Dios, cállate –Apo besó al guitarrita, de la sorpresa Mile abrió la boca y el chico aprovechó de meter su lengua saboreando esa boca que lo traía loco, luego Mile cooperó con el beso y sus manos tomaron vida propia acariciando la cintura del chico sobre él, pero la necesidad de aire se hizo presente y separaron sus labios quedando unidos por un hilo de saliva.

- Apo... no quiero presionarte

- No lo haces Mile, creo que quedaron claro nuestros sentimientos y yo también tengo deseos sabes.

- Pero...

- Solo déjate de peros y llévame a conocer la habitación de este bote.

- Dios –Mile besó al chico y se levantó con él a cuestas, bajo las escaleras llegando abajo, abrió la puerta de la recamara y tiró a Apo en la cama–, no te arrepientas por favor.

- No lo haré, te deseo Mile, te quiero dentro de mí.

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