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La princesa de los Siete Reinos corría por todo el palacio persiguiendo al pequeño dragón que apenas tenía unos meses de haber emergido de su huevo. Su padre, él rey al trono de hierro y protector de los Siete Reinos le había ordenado que el huevo de dragón que aparentemente estaba roto, debía permanecer en la fosa de dragones hasta que esté se recuperara o quizá saliera algún dragón, y desde luego que su duro carácter no le hacía justicia a lo doblemente de dura que podía ser la joven princesa. Cuando lo tomó sin permiso nunca imagino que de ese huevo saldrían dos pequeños dragones de color variado, parecían gemelos, así que su deber era protegerlos a ambos. Todos los habitantes del palacio estaban asombrados por el comportamiento tan "salvaje" de la joven, pero lo que no sabían es que a ella no le importaba.
Cuando estaba por alimentar a Lannyx y Lennox sin querer había dejado la jaula abierta y una ventana, mala combinación para tener un par de dragones polizones. Lennox se escapó. Seguía persiguiéndolo aún sabiendo que iba a meterse en problemas por no haber obedecido a su padre y sobretodo "a una orden del rey." El pequeño dragón voló hasta el jardín donde se encontraba el gran arciano, el árbol rojo como ella le decía. Se posó en una rama pequeña de está a lamer lo que parecía su pequeña pata, fue cuando esta se escondió detrás de un muro para tratar de planear como lo iba atrapar.
