Mientras las hermanas Tower se dirigían a la hermandad para reunirse con su padre y sus hermanos, llevando consigo las reliquias solicitadas por Ron, un plan maestro estaba en marcha. Neipoy había comenzado a desplegar el virus creado por Alice en las cabeceras de los ríos que alimentaban la red fluvial de Yurei. El plan de Ëadrail se estaba ejecutando, sembrando las semillas de una peste mortal.
El viaje a la Isla Patmus había sido breve, y al llegar, Ron, junto con Yarig, Valend, Tina, Ikuel y el escuadrón Patmus, esperaban en la puerta para recibir a las hermanas.
Al ver a sus hermanos, las hermanas Tower corrieron hacia ellos. Mientras tanto, Alanna se acercó a Ron.
—Ron, ¿cómo estás? — preguntó Alanna, inclinando la cabeza en señal de respeto antes de abrazar a Yarig.
—Veía que les fue bien. Tenemos mucho de qué hablar para actualizarnos. Mientras tanto, entrega esos objetos al equipo—, indicó Ron.
Quzury, miembro del equipo Patmus, recibió las reliquias de las manos de Alanna y las llevó dentro de la hermandad.
—¿Sientes eso, Ron? Algo está ocurriendo con esas cosas, o al menos con una de ellas. Es capaz de distorsionar la esencia misma—, comentó Sagga a Ron, quien asintió con la cabeza en reconocimiento.
Cuando Quzury pasó con la caja de reliquias por la puerta de la hermandad, esta emitió un crujido inusual, como si la madera misma respondiera a su presencia.
Los hijos de Ron se reunieron con Yarig y las hermanas Tower las saludaron efusivamente.
—Hola, madre Yarig—, dijeron las hermanas al unísono.
—Vengan, mis pequeñas. Entremos. Citliali, mi niña, imagino que tienes hambre porque yo sí—, comentó Yarig.
—Ustedes siempre tienen hambre—, bromeó Christy, provocando risas entre todos.
Horas más tarde, Markethe entró al salón donde estaban reunidos.
—Tío—, exclamaron las hijas de Ron, corriendo a abrazarlo.
—Hola, sobrinas. ¿Cómo están? ¿Siguen usando la catana y las pistolas con cuchillos como les enseñé? —, preguntó Markethe.
—Hermano, acércate—, dijo Ron con una sonrisa. Había una alegría palpable en Ron cuando estaba con todos sus hijos, como si la carga del mundo que llevaba sobre sus hombros desapareciera en ese momento.
Después de varias horas de conversación y anécdotas entre los hijos de Ron y el equipo Patmus, Lys se dirigió a su padre con una expresión seria.
—¿Por qué ahora sí? —, preguntó Lys, tomando por sorpresa a todos. Aunque era la hija que menos cuestionaba a Ron, en esta ocasión expresó su inquietud de manera directa. —No me vayas a preguntar de qué hablo. Lo sabes bien—, añadió, derribando el vaso de vino de la mano de Ron con un látigo de agua.
La sorprendente habilidad de Lys dejó a todos boquiabiertos. Preguntas sobre cómo lo había logrado llenaron el aire.
—Pregúntenle a él—, dijo Lys con voz molesta.
Yarig miró a Ron y comentó: —Creo que ya es hora de que hables con ellos—.
—Sí, definitivamente—, respondió Ron.
Todos quedaron expectantes, ansiosos de escuchar lo que Ron tenía que decir. Sin embargo, en lugar de comenzar con palabras, Ron demostró sus poderes con una muestra a menor escala.
Apagó la fogata con agua, secó la madera con aire y la incendió con una llamarada de fuego. Luego, sacó una silla del suelo con un gesto de la mano.
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El Sello: La Rebelión de los Caídos
AventuraHan pasado casi diez mil años después de un evento climático que llevo a la humanidad al borde de la extinción, pero no ocurrió. En la actualidad existe un consejo mundial que está atento de que la paz de la humanidad no se rompa, y para esto tiene...