Piloto

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Capítulo I

7:30 am.

En la misma mañana del lunes.

Un sonido agudo retumbó en mi cabeza captando mi atención, como cuando golpeas algo plano y duro. Miré de reojo para captar en el momento justo en que una moneda era lanzada en el aire y luego atrapada por unos brazos que no había notado antes porque estaba demasiado sumergida en mis pensamientos.

Era como si mi mente por momentos se fuera otro lado, siempre me ocurría, es algo con lo que siempre he tenido que lidiar.
Un olor, un sonido, cualquier cosa insignificante me hacía disociar al instante, aveces recordaba cosas que creía que había olvidado.

Árboles empezaron a aparecer en mi campo de visión, pinos para ser exactos, eran enormes y arropaban todo a su paso, luego la baranda de cristal, junto al cigarrillo y el café que llevaba en mis manos. Siempre me había gustado venir al cuarto piso de la universidad, la azotea por así decirlo, era enorme y espacioso, sobretodo porque desde aquí arriba se podía ver el bosque y parte del campus.

—¿Cara o cruz?

Exhalé el humo que llevaba aguantando, para dejar de mirar al frente, por el rabillo del ojo vi como una mano descansaba arriba de la otra para esconder el resultado a mi costado.

—¿Para qué es esta vez?—pregunté, volví a mirar al frente, al verde de los árboles.

El cielo es gris, otra vez. Ahora que lo pienso, no recuerdo la última vez que vi un día soleado aquí.

—Ah, ah. Conoces las reglas, tienes que escoger primero y luego te diré.

Sonreí amargamente.

—¿Cara o cruz, Luz?

—Cara.

—¿Por qué siempre escoges cara?

Me coloqué el cigarrillo en los labios para voltearme completamente y verle a los ojos.

—Porque es de la suerte—sus ojos celestes me analizaron toda la cara, ahí supe que iba a decir.

Sus ojos siempre han sido muy expresivos.

Por ello siempre me ha sido fácil leerte, Clementine.

—¿Sabes que no hay que ser doctor para saber que los cigarrillos van a matar tus pulmones algún día?

—Y tú sabes que lo tuyo no es medicina, pero aun así pierdes el tiempo estudiando algo que no te gusta—Respondo ahora mirándole directamente a los ojos.

Algunos flequillos de su cabello se movían con la brisa, no era tan fuerte pero si lo suficientemente fría como para acompañar la mirada de reproche que me dio como siempre lo hacía.

La mayoría del tiempo se creía mi padre.

O al menos es lo que creo, porque nunca tuve uno.

—Otra vez desvías el tema —respiró hondo antes de volver hablar—. Que yo estudie medicina no tiene que ver nada con que tu fumes.

Alce el lado izquierdo de mi comisura aún con el cigarrillo entre los labios divertida.

—A ver, por la misma razón que yo no te ando recalcando todos los días que estudias algo que no te gusta, porque es tu vida—mi sonrisa nunca llegaba a mis ojos—. Yo fumo porque me gusta y porque es mi vida, yo decido que hacer con ella.

—Existen las decisiones malas, ¿sabías?

—Existen las personas que te manipulan, ¿sabías? —Imité su tono mientras recordaba la razón por la que él estudiaba medicina. Sus padres. Siempre controlaban todo lo que él hacía, sobretodo su madre, quien parecía no estar del todo satisfecha.

Querido Inocente © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora