Capítulo 3.

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3| Novia falsa, vida falsa.

~ I Knew You Were Trouble ~Taylor Swift.


Evangeline Pickford.

No le encontraba un sentido a la vida.

Todo puede ser relativo ¿saben? Cada uno tiene una perspectiva diferente y una vida totalmente contraria a la que yo tengo.

Yo, por ejemplo, no era feliz.

Y todo fue hasta que encontré una razón para seguir de pie, una razón que le dio a entender que la felicidad está en las pequeñas cosas que se pueden convertir en grandes.

Y por eso, tengo a Axel. Y no necesito a nadie más para ser feliz.

Ambos comemos palomitas mientras vemos películas de carreras —sus favoritas—. Estamos arropados con una enorme cobija y él está sentado en mi regazo, viendo la película con emoción.

—¡Niuuum! —imita la velocidad de los autos y suelto una carcajada— ¿Viste eso, mamá? ¡El auto nero es muy rápido!

—Siempre le seré fiel al naranja —contradigo.

—Mamá, todos sabemos que los autos neros son muy rápidos —mi hijo me señala con su dedo—. Vas a perder la apuesta.

Minutos después y efectivamente por la audacia de mi hijo, el auto negro ganó y ahora le debo un helado por no fiarme de él.

—¡Te lo dije! —Axel me saca la lengua y procedo a hacer lo mismo— Te gané.

Siempre gana, y lo más importante, ya se ganó mi corazón y cada parte de mí.

Escucho unos toques en la puerta y mi corazón se detiene, miro a mi hijo y él me mira a mí, con recelo. Mierda, espero que no sea el de la renta, porque no tendré cómo pagarle.

—¿Ota vez te querrán quitar la casa?

Odio con mi vida que mi hijo sea espectador de mi maldita y desgraciada vida.

—Tranquilo, ve a tu habitación. No salgas hasta que te lo diga, ¿de acuerdo?

Axel asiente y se va corriendo a su habitación, me levanto con cautela y muevo la manija de la puerta con nerviosismo. Detesto que no tenga mirilla.

Desde que abro la puerta, ruedo los ojos con molestia cuando me encuentro a mi madre sonriente en la entrada.

—¡Hija mía! —ella me abraza y hago una mueca de asco, apesta a alcohol— ¡Cuánto tiempo sin verte!

Claro, porque solo viene a visitarme cuando no tiene sus cinco sentidos en orden.

Ella se tambalea cuando se separa de mí y la agarro para llevarla al sofá, se tumba con una gran sonrisa boba y sacude su nariz, provocando que sienta varias punzadas en mi cuerpo, como si me clavasen estacas.

—Hijita mía, ¿tienes más dinero? Ya sabes que necesito comprar algunas cosas para la despensa...

—No soy más una maldita niña. ¿Hasta cuándo entenderás qué eso sólo te va a matar?

Los Amores Jodidos de Liam Donde viven las historias. Descúbrelo ahora