Maya González
Cerraba la puerta de mi nuevo hogar cansada, había estado trabajando en el salón de belleza mientras entrada a la universidad, no quería quedarme encerrada en casa sola todo el tiempo.
-¿Esta pesado el trabajo?-preguntó Ovidio cuando me vió entrar al salón.
-El trabajo no, el problema es que tengo que estar en todos lados para ponerme al corriente de todo-me senté en el sofá.
-¿Ya comiste?
-Compre un burrito para comer en el trabajo, ¿tu ya comiste?
-No-reímos.
-Vamos a ver que hay para comer-me levante del sofá.
Caminamos hasta la cocina y yo fui directamente al refrigerador para ver que podía cocinar.
-Me recuerdas mañana hacer el supermercado-saque carne y tortillas para hacer tacos.
-Podemos mandar a alguien para que lo haga-se sentó en un banco de la cocina.
-No, me gusta a mi elegir las verduras, frutas y demás cosas, mañana lo hago yo-finalice el tema.
-Entonces toma el dinero que te voy a dejar en la mesa de la sala en la mañana.
-Aja-solo asentí ya que estaba concentrada cocinando.
Sonaba mi alarma, era la hora de levantarme, Ovidio aun se encontraba dormido al lado mío, me levantaba demasiado temprano para poder salir temprano del rancho y llegar a tiempo.
Después de bañarme decidí ponerme una falda rosa, un top blanco y mis ya conocidos tenis blancos, planche mi pelo y me maquille un poco.
Tome mi bolso el cual era de un rosa pastel el día de hoy, baje hasta la cocina y deje el bolso sobre la mesada.
Mi desayuno de los últimos días había sido un licuado y galletitas para poder comer en camino a la ciudad, puse mi licuado en un termo, tome mi bolso y salí de la casa camino a la camioneta.