Capítulo 8: Noche interesante

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Estuve toda la tarde pensando cómo decirle a mi mamá que quería ir a la casa de Thiago el viernes. Sabía que mucho, no le gustaba que me quedara hasta muy tarde en otro lado, pero tenía que decirle con tiempo, por eso después de dar tantas vueltas, a la hora de la comida me senté decidida a hablarle.

—El viernes Thiago hace juntada en su casa con toda la promo —comenté mientras cenábamos—. ¿Puedo ir?

—¿Quién va? —preguntó sosteniendo el vaso con jugo de frutas que siempre bebía—. ¿Estás segura de que querés ir a la casa de ese chico?

—Sí, no voy a ir por él. Ya fue él —expliqué mientras pinchaba los fideos con el tenedor—. Va toda la promo, voy a ir con Mati y el Abuelo.

De verdad que Thiago «ya fue», era un pibe re lindo, con los años se había vuelto menos forro y era más piola con todos. Jugaba al fútbol, tenía facha y vivía en un caserón con quincho y piscina. Creo que a casi todas en el curso nos gustaba Thiago por alguna de esas razones...

Pero Thiago definitivamente ¡ya fue! Todavía me parecía lindo, pero quien me generaba cosquillas en la panza y me hacía reír como boluda y hacer pelotudeces como subir fotos a mi Facebook para llamarle la atención era Natalie Heredia.

Hace varios días le había negado a mi mamá que me gustaba Nati. Y quizás, me lo negaba a mí misma, pero ahora, estaba segura de lo que sentía. Igual, no le dije nada, lo único que quería era que me dejara ir a la juntada del viernes.

Ella se tomó un momento para beber de su jugo y luego respondió. En eso también aproveché para echarme unos bocados de fideos con verduras a la boca. También bebí, pero a diferencia de ella yo siempre tomaba gaseosa, tanto en la cena como en el almuerzo.

—El Abuelo. ¿Todavía le siguen diciendo así a Julián? —preguntó arrugando la frente y me reí.

—Sí, ahora todos le decimos Abuelo por ser el mayor. —Pinché más fideos riendo.

—Pobre chico. —Negó con la cabeza cortando pan para mojarlo en el jugo de la comida—. Mirá Verónica, te dejo ir —dijo y sonreí alegre—. Pero, no te separes de los chicos y cualquier cosa que te pase me llamás. Te voy a cargar crédito en el celu, pero no lo vayas a gastar en pelotudeces.

—Sí, está bien, gracias —sonreí como tonta, sintiendo que la panza me hacía cosquillas de la emoción.

¡Iba a ir! E iba a ver a Nati ahí, fuera del contexto de la escuela. Aunque de seguro ella iba a andar con sus amigas, en algún momento iba a acercarme a ella para charlar. ¡Podía pasar cualquier cosa!

Por eso mi mente fantasiosa empezó a crear escenarios donde ella misma me decía que sentía algo por mí y luego nos besábamos... O que tomaba mi mano y poco a poco empezábamos a acercarnos. Todavía seguía sonriendo como tarada cuando recordaba esa vez que nuestras manos rozaron.

«¡Verónica basta!», me decía a mí misma y luego seguía imaginando. Luego, pensando todas esas giladas románticas me fui a dormir, me esperaba una larga semana hasta el día de la juntada.

***

Los días pasaron, fuimos a cursar y estudiar. Ya nos habían dado muchas tareas de distintas materias y me sentía un poco saturada. La profesora de filosofía ya nos quería tomar examen de los primeros temas que vimos y la verdad que sentía flojera de estudiar eso. Pero no me quedaba otra opción, necesitaba aprobar.

En matemática la pasaba como el orto, la profesora a veces gritaba y me cohibía cada vez que me hacía pasar al pizarrón a resolver ejercicios que no sabía hacer bien. Por suerte Mati era mi salvador, porque siempre me ayudaba. El pibe tenía un bochazo para las matemáticas, siempre me explicaba, pero mucho no me entraban en la cabeza los números.

Como pude sobreviví a la semana escolar y por fin el viernes llegó. Era el día más esperado por casi todos, en primer lugar, porque era viernes, comienzo del fin de semana y también porque ese viernes era especial: ¡era el día de la juntada!

Thiago había estado contándonos que ya tenía para hacer las pizzas y también que tenía el alcohol. Mati y el Abuelo también tenían sus botellas listas, yo solo les había dado plata para comprar. Tampoco tenía mucho para aportar, mi mamá me daba lo que podía y siempre trataba de cuidar esa poca plata que tenía.

Con Nati no habíamos hablado mucho de la juntada durante la semana, sólo me avisó que el viernes después de la escuela iría a la casa de Pilu, por ende, tendría que volver sola a casa. La extrañé durante el camino, pero me vino bien para escuchar música y ver las hojas amarillas caer de los árboles.

A la tarde me di un baño y al salir me vestí o... hice el intento. ¡Porque no sabía qué ponerme! Tenía que ir bien vestida a la juntada, pero tampoco quería salir mucho de mi estilo. Pensaba ponerme unos jeans con agujeros en las rodillas, pero al final me puse unos normales, la remera de la promo y me calcé las Converse nuevas.

Como siempre antes de salir mamá me dio sus consejos de madre que escuché casi poniendo los ojos en blanco y cuando vi a los chicos acercándose por la calle en las bicis salí. Bajé las escaleras casi corriendo para saludarlos y subirme en el manubrio de la bicicleta de Mati.

Por el camino la panza me hacía cosquillas y los dientes se me secaban con el viento de tanto sonreír sobre ese manubrio. El Abuelo también iba bastante animado haciendo truquitos con su bmx pintada de blanco.

El pueblo había crecido bastante estos últimos años, por eso durante un viernes a la tarde podía verse más gente en la parte céntrica, pero en el resto todo estaba bastante tranquilo. Más en el barrio cheto de mis compañeros, donde todos salían en sus camionetas y se iban a la ciudad más cercana, como los padres de Thiago que le habían dejado la casa sola.

Al acercarnos pudimos escuchar la música al palo y varias risas conocidas. ¡Ya habían llegado varios! Sonreí sintiendo ese cosquilleo loco que sentía últimamente gracias a Natalie Heredia... ¡Ya quería verla! Por eso fui la primera en acercarme a la puerta para tocar timbre y entrar.

Iba a ser una noche muy interesante.

Iba a ser una noche muy interesante

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Bueno... se viene la fiesta, ¿qué crees que ocurra? ¡Dejame tu comentario!

¡Hasta el próximo domingo!

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