Omnisciente 1

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Inmediatamente se oyó el grito de aquella extraña persona, el joven soltó su agarre y su mirada se tornó más fría de lo habitual, apoderándose la duda de él.

Bruscamente, mientras el desconocido se retorcia del dolor, quitó la manta que cubría su rostro, dejando a la vista lo que jamás creyó que pasaría.

¡Era una chica! Atónito se apartó entre tropiezos y comenzó a maldecir entre balbuceos.

-Esto no es verdad, esto no puede estar pasandome a mi, no, no,no esto es inaceptable- Debido a la horrible sorpresa se cubrió la cara de la desesperación. - ¡Tú no puedes ser una niña!, ¿cómo ... cómo es qué entre tantas personas, fuertes, más capacitadas y mejor preparadas...una niña ordinaria y corriente aún sigue con vida?-.

-¡No soy ordinaria y corriente!-. Se quejó la niña.- Solo venía a traerte algo para comer, te vi ahí tirado y quise ayudarte-.

- Si bien lo recuerdo...no pedí tu opinión mocosa -. En tono sarcástico escupió el chico.

- ¿Siempre eres así ?-.

- Si-.

- ¿De donde vienes?-.

-Y a ti que te importa, chiquilla-.

- Bien, entonces me llevaré esta lata de comida y la disfrutaré gustosamente-. Y con un aire desafiante, la niña, tomó unas latas y se apresuró a salir del lugar. - Que tengas buen día bobo-.

-Estos serán los dias más asquerosos de toda mi vida-. Exclamó deshaciendose en un profundo suspiro.

- Y yo creí ser la última... Será lindo tener un amigo-. Rió la chica mientras se marchaba.

- Que asco-. Susurró número Cinco, volviéndose a recostar en su lugar.

La tarde paso aburrida, la misteriosa niña se dedicó a explorar la ciudad buscando tesoros, pero no tuvo éxito alguno. Optimista aún, fue a escalar unas ruinas, estaba tan concentrada que ignoró la presencia del niño, quién, sentado sobre unos escombros y de brazos cruzados, observaba en silencio aquel espectáculo.

- ¡Oye niña!-. Gritó. - ¡Si pones tu pie allí te vas a caer, se ve flojo!-.

-¡¿Que?!-

-¡Si pones tu pue ahi te vas a caer!-

-¡No te oigo!-

-¡Si pones el pie ahí te vas a caer, maldita sorda!-

- Ahhh-

-...-

-¡Gracias!-

-Ni lo menciones...idiota- balbuceo serio el niño.

No paso mucho tiempo hasta que la niña, ya alcanzado su objetivo, fue hasta el niño con alegría.

-Me viste ¿Viste que subí muy alto?-.

-Felicitaciones-. Respondió sarcásticamente el niño.-Para mí-

-¿Por qué?-.

-Porque de no ser por mí, estarías muerta con la cabeza destrozada y como una idiota-. Exclamó en niño con una sonrisa falsa.- Que gusto que el alma de mis hermanos se comparta con la tuya, lo extrañaba, un poco-.

-¿A qué te refieres?-.

- Sin mi intervención jamás lograron hacer nada bien y ahora tú-. Señalo a la niña.- Es bueno saber que la estupidez aún existe-.

- ¿Ellos te querían por eso?-.

- Jamás me intereso saberlo, y ya déjate de preguntas estúpidas-.

-¿Tú los querías?-.

-¡Que cierres la boca!-. Gritó el chico poniéndose de pie y marchándose, dejando a la chica sola.

Número Cinco se dirigió en silencio sin dirección alguna, con en seño fruncido y las manos en los bolsillos, en silencio. No fue hasta que estuvo a una considerable de la niña, cuando se quebró en llanto.

Era tal su dolor que no tuvo fuerzas para estar en pie, y poco a poco se fue deslizando hasta caer de rodillas en el suelo.
- ¿Qué si los quería...? Jajajaja... Ellos eran lo único estúpido y ruidoso de mis días...-. Aullo entre sollozos y lágrimas.

Daría...
todo...
por esos idiotas.





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