La casa

1 1 0
                                    

—La casa está embrujada.

Me di vuelta para mirar a Alejo que se reía imitando una risa macabra.

—No es gracioso.

—Tu cara es muy graciosa.

—Espero que no empieces con tus bromas porque a la primera me voy.

—Lo que usted diga, mi señora.

Por fuera la fachada colonial de la casona no revelaba el deterioro interno y pensé que Alejo y sus empleados iban a tener mucho trabajo.

—Los chicos llegan mañana, así que esta noche vamos a estar solos —sonrió.

—Preferiría dormir en la camioneta, seguro hay bichos y ratas.

—Yo te cuido.

Alejo se quedó muy callado por un instante y sus ojos se quedaron fijos en el techo manchado de hollín.

—El hombre que construyó está casa fue quien la incendió. Dicen que era un irlandés loco que mató a su esposa y después se suicidó. Tenían tres hijos, el mayor sobrevivió de milagro, pero las nenas perecieron en el incendio. El hombre que me contrató es nieto del loco Kelly.

— ¿Por qué no me dijiste antes?

—Porque tu mamá hubiera puesto el grito en el cielo, ya sabés lo supersticiosa que es. Pero yo no creo en los fantasmas, para mi solo es una casa en ruinas que tengo que refaccionar.

—Bueno, no hablemos más de cosas así.

El resto de la tarde, estuvimos recorriendo los alrededores de la casa, y debo decir que todo el tiempo sentí que alguien nos observaba. Incluso por el rabillo del ojo, percibía sombras que pasaban muy rápido por nuestro lado. Alejo, parecía no notar nada raro, y continuaba hablándome de los arreglos que iban a hacer.

Al anochecer armamos "el campamento" en el solario que tenía muchos ventanales y comimos unos sándwiches.

Una vez que nos metimos en las bolsas de dormir, Alejo se durmió primero y como no conseguía dormirme, me puse los auriculares para escuchar sonidos relajantes. Estaba a punto de caer en un profundo sueño, cuando escuché gritos y  sobresaltada me senté en el lecho. ¿Fuego? ¿De dónde salía el fuego?

Traté inútilmente de despertar a Alejo, y cuando escuché los gritos infantiles, salí corriendo hacia la sala de junto. El humo apenas me dejaba respirar y no podía ver nada a mi alrededor. Fue en ese momento que lo vi caminando hacia mi, todo su cuerpo estaba siendo engullido por las llamas y estirando las manos trató de tocarme. Aterrada intenté huir pero mi cuerpo estaba paralizado por el miedo. Cuando sus manos ardientes sujetaron mi cabeza, cientos de imágenes dieron caóticas vueltas por mi mente.

— ¡Sara!

La voz de Alejo me trajo de vuelta, y me largué a llorar cuando me abrazó.

—No tendría que haberte contado lo que pasó en esta casa. Es mi culpa.

—No fue tu culpa que tuviera una pesadilla y encima caminé dormida.

— ¿Querés que te lleve a tu casa?

—No, voy a estar bien.

Una vez que recuperé la calma, volvimos a las bolsas de dormir pero ninguno de los dos pudo conciliar el sueño, hasta que el sol comenzó a teñir el cielo de color rosa.

A media mañana llegaron los empleados y Alejo se puso a trabajar.

Yo busqué un lugar tranquilo y me puse a leer, pero al no poder concentrarme, decidí caminar un poco. Así fue como llegué hasta un sauce llorón y entre sus ramas pude ver a dos nenas. Cuando las saludé las dos empezaron a correr por un sendero. Seguramente las asustó mi presencia y llena de culpa traté de alcanzarlas, aunque las perdí de vista muy rápido. Cuando comencé el camino de regreso, sentí que algo suavemente me golpeó la espalda. Escuché las risas de las nenas y por el rabillo del ojo, las vi tratando de esconderse entre la maleza.

—Perdón por asustarlas.

No obtuve respuesta ni volví a escuchar sus risas. Entonces avancé hacia el escondite y al apartar la maleza, solo encontré dos pequeñas lápidas.

Writober 2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora