Recuerdo.

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Recuerda que cuando era niño su madre le decía que era el niño más lindo del mundo.

Aún a pesar de todo, siempre estaban esa palabras. Hasta que perdieron la importancia. Hasta que todo empezó ir de picada.








Era tan solo un niño cuando las burlas hacía su peso empezaron. No entendía lo malo que era.

Cuando lloraba por eso, su madre siempre estaba ahí, diciendo cosas de consuelo, que desde meses atrás, dejaron de tener algún efecto en él.

Todo se limitaba a groserías.

Hasta ese día.








Era martes por la tarde, faltaba unos minutos para el receso y Takemichi miraba atentamente a la profesora.

—¿Alguien sabe la respuesta? —Esa pregunta puso a todos en alerta. Nadie quería pasar y antes de que la maestra eligiera a un niño, una mano se levantó en aire —. Oh, Hiro. Dime la respuesta de la pregunta dos.

—Cristobal Colón descubrió África.

—Incorrecto.

Todos resoplaron para retener la risa, no querían un golpe. Pero esa amenaza fue ignorada por un pelinegro, quien al ver el error, quiso corregirlo y de paso tener un punto en participación.

—¡Oh! Takemichi, tú dime la respuesta correcta —habló con una voz amable.

Todos voltearon a verlo con cara de asco. Flaqueo un poco y los nervios se le subieron a la cabeza y la mirada enojada de Hiro hizo que sus temblores comenzarán.

—A-ah, es, es América lo que des-descubrió Colón...

—¡Perfect!

La maestra apraudió alegre por la participación del pequeño niño tímido. Y a diferencia de ella, todos tenían ganas de golpear a Takemichi por hablar.







—¡Au! ¡No! Por favor... No me golpees —suplicó llorando.

Sentía que las patadas a su estómago lo harían vomitar ahí mismo.

—¿Por qué? Digo, tu panza hace que mi pie rebote, es tu culpa —Se arrodilló frente a Takemichi, y con su sonrisa amable y falsa, acarició los mofletes del pelinegro.

—Ya, ya no pegues... No hice nada —Las lágrimas comenzaron a salir de sus ojos, sintiendo como se resbalaban hasta su barbilla.

—¿No? ¿No hiciste nada? —Llevó sus manos al cabello de Takemichi, lo jaló tan duro que el pelinegro sintió dolor, chillando —. ¡Los cerdos no hablan! ¡Ellos chillan! ¡Chilla! ¡Chilla!

—¡Chilla!

—¡Chilla!

—¡Jaja! Es como un cerdo de verdad.

—Odiaría ser él, jajaja.

—¡Chilla, maldito cerdo!

Los golpes no pararon después de eso.








Era el viernes de un verano cuando lo conoció a él.

Tetta Kisaki.

Recuerda que tan solo con su habla cayó redondito, amándolo. Y a pesar de saber que fue una mierda, extraña los pasteles de chocolate de su exsuegra. Eran geniales.








Ese día llegó un alumno nuevo, a mitad de curso y fácilmente se llevó de lujo con todos.

Nunca hablaron, hasta cuándo estaba recibiendo su dosis de golpes diarios, él se interpuso.

Boyfriend. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora