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—¿Es-Está vivo?

Escuché vagamente la voz de Hiromi, para después oír a Chifuyu y Kazutora entrando al callejón, gritando mi nombre. Todo se volvió demasiado confuso para ese punto, era yo tratando de controlarme, calmar a mi omega interno que me pedía ponernos a llorar al ver el cuerpo de Kiyomasa en el suelo, con los restos de lo que fue un ladrillo cerca de su cabeza.

No lo pensé, no lo planee ni mucho menos imaginé que terminaría de ese modo. Cuando giré para entrar al callejón, Kiyomasa me daba la espalda mientras golpeaba a Hiromi, quien estaba tirada en el suelo hecha un ovillo, cubriéndose el rostro y el estómago. La rabia que sentí fue suficiente para que observe a mis lados, encontrándome con unos ladrillos viejos y abandonados apilados unos sobre otros, tomé el que estuvo más cerca y corrí hacía él, para el segundo en que los ojos de Hiromi me miraron, ya el cuerpo de Kiyomasa caía al suelo en cámara lenta, junto con el ladrillo roto.

—Demonios, Mikey.— Chifuyu le tomó del brazo, sacudiéndome ligeramente.— Amigo, dime que estás bien, por favor. Mírame.

Salí del trance en el que me encontraba cuando su cuerpo rodeó el mío y me abrazó con fuerza, sentí su calidez y fue suficiente para aferrarme a la frágil espalda de mi rubio amigo, dejando que mi omega sea libre, que mi cuerpo tiemble y que mis ojos se llenen de lágrimas contenidas, mientras le repetía a Chifuyu que quería a Takemichi.

—Llámalo ¿Si? Llámalo, él puede ayudar.

Recordé que Takemichi tenía una reunión y que seguro para ese momento debía estar en ella, pero mi egoísta deseo pudo más, así que apenas un brazo de Chifuyu me liberó, saqué mi celular de mi bolsillo y marqué al segundo número en llamadas rápidas. Pegué el aparato a mi oreja y al segundo timbre, escuché la voz de mi alfa, llenándome de una sensación de paz impresionante.

—Hey, bebé ¿Qué pasa?— Preguntó, preocupado.— Ahora deberías estar en clases.

—Lo siento.— Gemí, tratando de aclarar mi garganta.— Lo-Lo siento Takemitchy, es que... Necesitaba- Necesito escucharte.

—¿Mikey?— Su voz se escuchó mucho más alarmada.— Mi amor ¿Qué ocurre? ¿Por qué lloras?

—Mierda.— Llevé una de mis manos a mis rizos y contuve la respiración por unos segundos, tirando de mis cabellos con algo de fuerza.— Es que... Él, fue él, él empezó a golpear a una omega y no pude... Mierda, Takemichi, no pensé-Bueno, sí pensé pero... Creí que no debía, no era bueno el-

—Permitirlo.

—Ujum.— Suspiré, apoyándome en la pared que estaba a mi espalda y observando a Kazutora auxiliar a Hiromi.— No debía... Permitirlo.

—¿Te hizo algo? ¿Cómo estás?

—No, no.— Negué con la cabeza, aunque Takemichi no podía verme.— Él ni siquiera me vio, solo... Solo lo golpee con un ladrillo que encontré, lo golpee en la cabeza y ahora está... Está en el suelo. Demonios, Takemitchy.— Me dejé caer hasta que me senté en el piso, apoyado aún contra la pared.— Dime... Dime que todo estará bien. Vamos, dime.

—Todo está bien, mi bebé.— Asentí, pasando mi brazo por mis ojos para eliminar los rastros de lágrimas.— Me pone más tranquilo que no te haya visto, sabes cómo son los alfa, seguro luego buscaría venganza y yo no iba a permitir que te toque. Ni a ti, ni a Aoi.

—Lo sé.— Sonreí, mientras le regalaba un gesto de agradecimiento a Chifuyu.— Eres mi buen alfa.

—Y tú mi perfecto omega, Mikey. Estoy orgulloso de ti.

—Pero... Takemichi... Tenemos miedo de tocarlo. Todos, creo.— Los tres presentes me miraron, confirmando mi teoría.— No sé si respira.

—¿Quieres que vaya?

𝗍𝗁𝖾 𝗉𝖾𝗋𝖿𝖾𝖼𝗍 𝗈𝗆𝖾𝗀𝖺 ; 𝘁𝗮𝗸𝗲𝗺𝗮𝗶Donde viven las historias. Descúbrelo ahora