Día a día accidentes pasan en las zonas de trabajo. A veces no provocan más que un susto, otras, alteraciones en los involucrados de forma irreversible. Eso fue lo que le paso a Espresso y Madeleine, un accidente producido por un descuido por parte...
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Era un hecho mundialmente conocido que el Profesor Espresso Caffeine odiaba la leche. Ya fuera leche entera, de soya, deslactosada, descremada, semidescremada o de almendra, poco importaba, pues no había forma alguna de que el cafetalero bebiera aquella insulsa bebida, y mucho menos que lo mezclara con su tan amado café amargo... O eso es lo que creía él, hasta que Madeleine comenzó a lactar leche.
No es como si la presencia de aquella extraña afección hubiera hecho su aparición de forma totalmente aleatoria en el cuerpo del paladín, pues si a alguien hemos de culpar sobre este acontecimiento es a su pareja que a veces no podía llegar a discernir entre sí las consecuencias de un experimento serían "un pequeño impertinente" o "un desastre que cambiará la vida de las personas afectadas de manera irreversible". Curiosamente, aquel "error" que Espresso cometió durante sus investigaciones no fue ni lo uno ni lo otro.
Un día cualquiera Pure Vanilla llegó a la puerta del hogar del mago y del caballero en el reino Vainilla. El profesor ya llevaba varios meses viviendo en aquel lugar, dividiendo su vida entre investigaciones particulares, enseñar en la escuela de magia y mantener su vida marital. Y para ser sinceros, no tenía nada por lo que quejarse. Crepé resultó ser demasiado útil en cuanto a sus investigaciones con el magic candy se refería, sacando resultados tan certeros que a veces el profesor dudaba si fueran cien por ciento verídicos. Los estudiantes de la escuela de magia nunca dejaban de sorprenderlo, pues con la rapidez de un parpadeo eran capaces de aprender las bases para la magia de la luz, demostrando así que no solo llegarían a ser grandes estudiantes, sino también magos y hechiceros con increíble potencial. Y no es que Espresso fuera un narcisista y egolatra que pensara que todo el mundo le debía algo, mas si existía alguien al que se le tuviera que adjudicar el reciente crecimiento del reformado imperio Vainillano, era a Espresso y sus grandiosos aportes a la tecnología y reinvención del reino. Era más que claro que aquellas contribuciones debían de ser recompensadas de alguna manera. Por supuesto, Pure Vanilla encontró el obsequio perfecto, apremiarlo con más trabajo sobre el objeto que él más odiaba en este mundo.
—Vacas, Espresso. Con un parpadeo, el mago de café dio a entender que no tenía ni la menor idea de lo que quería comunicarle el monarca rubio. —Perdón, su majestad, pero no entiendo que es lo que usted me quiere decir. —Estos últimos días se ha presentado un desabasto de leche en el reino. Por más que los becerros intentan beber de las ubres de sus madres, estas no producen leche. Los ganaderos de la región han tenido que pedir apoyo a la tribu de leche en el reino Cacao, pero con la reciente tormenta de nieve que ha caído sobre sus tierras no hay fecha estimada para la llegada de la carga. —Un asunto preocupante, es verdad. ¿Pero qué es lo que usted quiere que yo haga? Una sonrisa surcó los labios del vainillano. Espresso no fue capaz de distinguir si era de condescendencia por su ignorancia o de felicidad genuina por la pregunta. —Deseo que realice un hechizo que ayude a las vacas a generar leche. Las hormonas y el mecanismo están dentro de ellas, solo tenemos que darles un pequeño empujoncito. —¿Y porque no pide ayuda a los ganaderos de la zona? Es posible que ellos puedan ayudar a las vacas con una dieta diferente. —Sí, sí, es verdad. Pero tanto usted como yo sabemos que un proceso así llevaría tiempo. —Un hechizo así también llevaría tiempo, su majestad. —Es por eso que he de acudir a usted, pues es de mi conocimiento que es un mago excepcional, y si el reino a avanzado tanto estos últimos años es gracias a todas sus aportaciones. Aunque tales palabras acariciaban suavemente el ego de Espresso y casi lo hacían flaquear ante las peticiones del rey, existía en él una motivación mucho más grande y fuerte que con la misma inamovible voluntad de un huracán lo instaba a rechazar este trabajo. Y este era su inconmensurable odio hacia la leche. ¿Por qué tenía que trabajar en producir más de aquel líquido que él tanto aborrecía? Si fuera decisión suya enteramente, dejaría que el mundo mismo se quedara sin esta bebida. —Sí las vacas han dejado de producir leche es por designó propio de la naturaleza. Deje que se extinga totalmente, ¡Estaríamos mejor sin la existencia de tan insulsa bebida y su horrible sabor! —Profesor Espresso, entiendo su desagrado hacia le leche. Yo mismo he de decir que no soy un fanático ferviente, pero tenemos que pensar en las consecuencias y afectaciones que esto puede traer a largo plazo a nuestro reino. Primero serán los becerros que estarán faltos de nutrimentos e incapaces de crecer sanos y fuertes, después será la escasez de productos que sean a base de lácteos. Poco a poco esto se irá agrabando hasta el punto en el que la economía del reino se verá afectada.