La boda

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Era la boda de mi hermana, Julia. Después de 6 años de noviazgo con Gastón, decidieron que era hora de formalizar el asunto y gastar los ahorros de un año para una boda. Quién lo diría, mi hermana menor se casaría antes que yo. Era sabido, tiene carisma, atraparía a cualquier hombre con tan solo decir hola. En cambio yo... soy de pocas pulgas, no soy tan buena socializando y sí, estoy mejor sola.

Decidí que el ambiente era muy ruidoso para mí, recibí suficiente atención de parte de los invitados, estar de vuelta en el pueblo fue un gran impacto para todos. Mis antiguas amistades también se encontraban merodeando por ahí, podría reconocer sus risas agudas en cualquier parte del mundo. Sin embargo me encontraba inspeccionando cada lugar, cada persona en busca de alguien.

Agarré un plato y comencé a degustar un poco de todo lo que se encontraba en la mesa dulce, aunque tengo la maldición de empalagarme muy rápido. Quedé estática viendo a mi hermana mientras reía a carcajadas, sigo pensando en cuán fácil se le hizo la vida a ella en este lugar.

Me sentía fuera de foco así que decidí recostarme en el pasto, mi vestido era negro así que no iba a terminar mal por mis malos hábitos de sentarme en el suelo. El cielo estaba claro, los pensamientos eran abundantes y todos querían decirme algo. Tenía ganas de escribir algún poema pero las palabras no salían, miraba el cielo y me entretenía. Pensando en una vida que aún no tenía. Me adentraba en recuerdos viejos, sentía que la hierba en la que estaba sentada comenzaba a atraparme dejándome inmóvil, sin nadie viendo o preguntando por mí. Ah, debería dejar el drama, hoy no es mi día. Me pregunto en cómo estará él. No voy a mentir, mi mirada trató de localizarlo en toda la fiesta, pero no hubo rastro de él o de su familia, tal vez estén de viaje o tal vez enfermaron, digo... quién se perdería un evento así en este pueblo debería tener una buena razón para faltar.

Creo que es momento de abandonar mi lugar en soledad e ir a la fiesta, mi último suspiro y a sonreír. Aún no puedo creer que tengan un stand de tatuajes, mi único tatuaje me lo hice a los 15 y casi fallezco en el proceso, no volvería a pasar por ese dolor nunca más.

Me llega un mensaje de Carla, seguramente sepa cuál es mi situación aquí ya que me está ofreciendo una escapada. La ruta del evento le quedaba de pasada a su casa, estaba ansiosa por verme y es un plan estupendo al que me veo obligada a aceptar.
Iba de camino a buscar mi chaqueta y el morral que llevo a todos lados desde mis 15, cuándo de lejos escucho a ese vozarrón... como no iba a reconocerlo, era Emilio, el hermano de Teo. Estaba con sus damas de compañía, como de costumbre. Si él vino, probablemente Teo se encuentre en algún lugar. No debo pensar sobre este tema, sólo tengo que salir rápido antes de que pase algo que vengo evitando hace tiempo.
Olvidé que la entrada al evento está a unos grandes metros hasta la ruta, le envio a Carla un mensaje, rogándole para que no me abandone. Se me está haciendo tedioso caminar con los tacos por la acera así que, malos hábitos vienen a mí y decido descalzarme. En la entrada, mi mirada se desvió hacia el estacionamiento, estaba el auto de Emilio y al lado la motocicleta de Teo. No me sorprende que se haya pasado la noche escondiéndose de mí, aunque me decepciona.
Veo que Carla parpadea sus luces para que lograra verla, voy corriendo entre risas y entro en su auto, me esperaba con las sobras del local y los productos vencidos que siempre terminan en su casa. Emprendemos viaje y tras unos minutos en la ruta oscura, llegamos a nuestro lugar secreto en lo alto de Monells. Teníamos una amplia vista hacia todo el pueblo y lográbamos ver perfectamente al Castillo, jamás me cansaré de verlo.
Carla es una de las únicas personas que estuvo desde el principio y no me abandonó. Luego está Jonas, mi fiel cómplice nocturno. No ha pasado noche en la que no hablemos desde que me fui del pueblo.  Dejemos de pensar, no puedo creer que Carla haya traído estas bollerías, ni yo me animo a comerlas en el estado que están.
Algo que no comenté, Carla era mi compañera de trabajo desde los 18 en una cafetería del pueblo, actualmente trabajo hace 5 meses en una editorial en las afueras del pueblo, Valencia. Estoy trabajando en algo propio a escondidas...una novela, aunque estoy estancada y creo que por eso... además de la boda de mi hermana, me trajo de vuelta aquí.

Sólo una persona logró leer mis poemas. Teo me motivaba a escribir, en realidad... él fue la razón de que escribiera tantos poemas, era en parte mi inspiración pero va, dejemos de pensar. Después de un lapso largo de silencio y de devorar todas las sobras, Carla me miraba fijamente:

-¿Cómo estás? Ha pasado bastante tiempo desde que te fuiste y las cosas aquí están algo tensas.

No tendría ni que mentirle, sé que ella sabe cómo estoy. Estos últimos dos meses han sido los peores en mi vida y ella es la única que logra que me escape de la realidad.

-¿Realmente quieres que te responda?

Le sonreí y cómo es tradición, nos quedamos hasta el amanecer . Al irnos, Carla me dejó en la parada del bus que me llevaría a casa.
Es inevitable no pensar en Teo, todo el trayecto en el bus, me obliga a hacerlo. Teo y yo viajando parados, intentando no caer por mi falta de estabilidad, logrando que me agarrara con firmeza la cadera, ya que mi altura no me dejaba llegar al pasamano.
Vuelo una vez más entre los recuerdos, se sienten tan lejos pero frescos. Siempre intento no preguntarme si me pensará, si me extrañará.

Mi viaje de idaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora