Recuerdo cuando llegamos a España, mi abuela se había enfermado y mi madre prometió venir a cuidarla. Tras la situación en mi país y mi papá desempleado, decidimos venir todos a probar suerte en un pueblo llamado Monells, no estaba acostumbrada a vivir en un lugar así. En Buenos Aires, estaba rodeada de caos, ruido, gente, edificios y demás. Llegar a un pueblo tan chico donde la gente se conoce entre todos, fue realmente raro.
Los primeros meses fueron difíciles, mi papá consiguió trabajar para una finca como jardinero, se le daba bien y estaba bastante feliz. Por otro lado, mi mamá cuidaba de mi abuela e intentaba hornear cosas para vender en su tiempo libre. Yo y mi hermana, paseábamos por el pueblo de esquina a esquina, descubriendo la cultura y los hábitos de nuestro nuevo hogar. Teníamos dos bicicletas medias viejas que papá pudo restaurar, por las tardes después de la escuela íbamos al río. Comenzaba a gustarme este estilo de vida. No teníamos muchas amistades, pero siempre lográbamos conversar con alguien. Se acercaban con mucha curiosidad a preguntarnos cómo era nuestra antigua vida. A mi hermana le iba bien, ella tiene un don para conseguir amistades, en cambio a mí se me dificulta un poco. Me gusta escuchar, soy más de observar a las personas y me es muy difícil poder describir lo que pienso o siento. Juro que voy a intentar mejorar.
Comencé a interesarme en la escritura además de mi don para la pintura, de hecho cuando era chica solía pintar en las paredes. Hasta que mis padres decidieron obsequiarme un caballete, vieron como mis emociones se desataban y pudieron encontrar la forma para que lo plasmara con colores en cada pintura. Pero con la escritura, me cuesta más encontrar la forma de explicar lo que quiero decir, pero lo intento y creo que mejoro con el tiempo. Mi abuela me contaba que ella también lo hacía cuando falleció su esposo, intentaba escribir diariamente para calmar el dolor que le había provocado su partida. Poco antes de que la abuela Marla falleciera, me dejó sus diarios, por más de dos años había escrito poemas donde expresaba su amor, su soledad, su tristeza. Me prometí leerlos cada vez que iba al río, lograba llegar a la inspiración cada vez que lo hacía.
A los meses, empezamos a amigarnos más con las chicas del pueblo, ya eramos 5 en nuestro grupo. Yo, mi hermana Julia, Teresa que era prima de Louisa y Marian que compartía mi curso. Rápidamente logramos llevarnos bien, eran muy enérgicas y siempre hablaban mucho, claramente mi hermana fue quién las atrajo. Siempre me involucran en sus planes y me dejaban a cargo de la organización las pijamadas o salidas en bicicleta.
A los 16, decidí hacer una fiesta de cumpleaños. Vinieron también algunos chicos de la escuela a pedido de mis amigas, conocía a una minoría de los que habían asistido. De entrada, les advertí que no me agradaba la idea del canto del feliz cumpleaños, aunque no importó mucho ya que mi madre me sorprendió cuando apareció con una torta. Todos comenzaron a seguirle el rollo y no me quedó otra que quedarme avergonzada en frente de todos.
Al final de la fiesta, mi madre me dejó un pequeño regalo sobre la cama, según ella... la abuela Marla le pidió que me lo diera, era un diario.
En la primer página traía escrito: "sin importar qué o dónde, escribe lo que sientes y pienses. Déjate fluir, déjate llevar, que la poesía es una forma de vivir sin hablar."Con el tiempo, empezamos a amoldarnos bien. Nos invitaban a fiestas, a recorrer el pueblo en bicicleta, a hacer picnics en los parques que costeaban el río.
Mi padre se hizo amigo del dueño de la cafetería que está en el centro, logró conseguirme una entrevista para el puesto de barista. Siempre me gustó ese estilo de trabajo, creo que va conmigo.
Decidí ir muy segura un martes después de la escuela, Jorge el dueño de la cafetería me enseñó día tras día los procedimientos para hacer un buen café. Él llevaba 15 años dedicados a la cafetería, su entusiasmo me transmitía más ganas de empezar a trabajar. Allí conocí a Carla, tiene un año y medio más que yo. Trabajaba hace 2 años, es camarera. Logramos coincidir bastante rápido, le apasionaba leer los mismos libros que a mí, escuchar la misma música y hacer las mismas actividades. Sale con Luca, se conocen de la escuela pero empezaron a salir después que terminaron con los estudios. Hacen una linda pareja.Muchas veces hemos quedado en ir de vuelta juntas a casa, recorríamos las calles medievales mientras Carla cantaba a los gritos canciones viejas de Oasis. Pasar tiempo con ella se sentía cómo darle color a mis días.
ESTÁS LEYENDO
Mi viaje de ida
Teen FictionLa historia de una joven Argentina, que con su familia se muda a Monells, un pueblo de España. Tras ir a eventos sociales juntos sus amigas logra involucrarse con Teo, un joven 2 años mayor que ella. Logran encontrar una amistad rápidamente pero con...