DELIRIOS

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Aún recuerdo aquellos tiempos antes de la Caída. No es fácil de olvidar, lo único que haces es pensar y pensar en esa otra época, una mejor, alejada de todo este infierno en el que se ha convertido el mundo, un mundo sin leyes. No era todo perfecto, obviamente. Había robos, peleas, asesinatos, ataques terroristas, violaciones y un sinfín de maldiciones más. La ley estaba para poner orden, para que la vida fuese pacífica y a pesar de todo se quebraba. Y con todo ello, la vida era mucho mejor, más segura. Antaño era una legítima abogada que intentaba poner orden en lo que pensaba que era un mundo caótico. Qué equivocada estaba. Todo podía ponerse peor. Y se puso. Los recuerdos están borrosos, pero me atengo a ellos con todas mis fuerzas. No quiero que esa vida se desvanezca. Y lo está haciendo, se escapa de mis manos sin control.

­-¡AAAAH!

El grito sale de lo más profundo de mi ser. Está empezando. Entre mis manos se me escurre un líquido transparente. La rapidez de las contracciones me alerta de que ya llega. No estaba preparada. No, aún no. Necesito a Randall, mi marido, mi amor, mi compañero de vida. Lo llamo desesperada. La cabeza me da vueltas. Recuerdo que estoy escondida en un viejo almacén a plena calle y me obligo a gritar en silencio cuando los gemidos de fuera llegan hasta mí. Me han oído y se están acercando. El corazón me late a mil por horas y su ritmo aumenta cuando empiezan a golpear la puerta de metal, provocando un sonido que me ensordece. Miro alrededor, me acerco unas sábanas colocadas cerca a propósito para cuando llegara este momento. No hay mucho más alrededor, solo unas pocas provisiones que me durarán hasta el final de la semana y un par de mochilas. Aparte de eso, sólo unas estanterías vacías, ya habían saqueado este sitio antes de encontrarlo. La puerta no estaba cerrada del todo, había un hueco por debajo y me colé. Gracias a la linterna localicé de donde provenían los gruñidos y me acerqué sigilosamente para clavarle el cuchillo por detrás, en la parte alta de la cabeza. Por suerte solo había uno, solo un penitente. Al acabar con su penitencia, un dolor fuerte apareció en mi tripa y me vi obligada a recostarme unos segundos. Luego conseguí levantarme de nuevo y me apresuré a bajar la enorme puerta haciendo acopio de todas mis fuerzas. El ruido atrajo a más penitentes, pero pronto se aburrieron y se marcharon a otro lado a vagar sin rumbo. Y aquí llevo un par de semanas, con una criatura de ocho meses dando por culo dentro de mí.

-¡Laila, despierta! -el grito de Randall me hace abrir los ojos de par en par.

Mis ojos comienzan a lagrimar al tenerlo por fin a mi lado. Pestañeo varias y empiezo a verlo con más claridad. Su cabello corto y castaño, su rostro adusto y a la vez hermoso, sus ojos verdes que me miran con fijeza y preocupación...

-Shhh -murmuro al oír los gruñidos de fuera-. Randall... Randall, ¿se puede saber dónde estabas? ¡Ah!

Otra vez las contracciones, las malditas contracciones. Espero salir viva de esta. No tengo muchas nociones de partos ni utilería apropiada, ¿pero acaso no hemos parido toda la vida de forma natural antes de los hospitales y las comadronas? Sí, he de pensar positivamente. Además, tengo la ayuda de mi amor, mi dulce amor...

-Lo siento, mi luz, estaba en el baño. Pero ya estoy aquí -susurra y me sonríe transmitiéndome tranquilidad con su voz-. Parece que te has desmayado. No ha sido nada, ¿vale? Te voy a ayudar con esto. Respira lo más tranquila que puedas y quédate consciente, ¿de acuerdo? Te necesito consciente. Ambos lo necesitamos.

Siento su mano sobre mi enorme barriga y asiento brevemente con una mueca de dolor contenida. Su presencia me resulta tranquilizante y la aprovecho. Voy haciendo caso de sus órdenes y controlo mi respiración a medida que voy empujando. Todavía no ha llegado a los nueves meses, se ha precipitado un poco. Pero quiere salir ya y no puedo negárselo. Los siguientes momentos son confusos. A ratos grito y a ratos recuerdo el mundo de fuera e intento quedarme en silencio. El sudor me recorre todo el cuerpo y el dolor se vuelve cada vez mayor. Hago todo lo posible por que todo esto salga bien, pero el momento se hace eterno. No parece acabar. Como este nuevo mundo. Interminable. Doloroso.

Apocalipsis Zeta - Historias olvidadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora