Capítulo 3. "¿Quieres ser mi novia?"

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Después de que Julián le abriera la puerta del auto a Refugio, ella subió dándole las gracias y acomodándose en el asiento para luego ponerse el cinturón. El hombre no hizo más que decirle un "de nada" acompañado de una sonrisa y rodó el coche para ubicarse en su lugar y después ponerlo en marcha.

— ¿Es muy lejos? - indagó ella curiosa.

— Un poco, bonita. - informó conduciendo y ella sólo asintió. — Tranquila, no te voy a hacer nada.

— Ya sé que no, Julián, pero me da mucha intriga saber a dónde me vas a llevar. - aclaró con serenidad.

— Descuida, dentro de un rato, lo sabrás. - concluyó sonriendo mientras giraba hacia la derecha y Refugio se atrevió a poner algo de música.

Una hora más tarde, llegaron a la playa, pero Julián le había pedido minutos antes de arribar, que se vendara los ojos, cosa que la morena de ojos verdes, no le agradó mucho pero igual aceptó.

— Hemos llegado. - notificó el juez una vez que aparcó el auto y bajó de éste para ayudarle a su amada.

— Esto me pone nerviosa... - comentó ella cuando Julián tomó su mano y la sacó con cuidado del vehículo.

— Tranquila, querida, no te haré nada. - esclareció nuevamente soltando una risita y la condujo hasta un lugar. — Cuando yo te diga, te quitas la venda. - Refugio sólo asintió y esperó a que él volviera a hablar. — Listo, ya puedes hacerlo. - autorizó mientras se acomodaba a su lado. Así que lentamente, la fémina sacó aquella tela que le estorbaba un poco la vista, abrió sus ojos y al ver todo lo que estaba frente a ella, éstos se humedecieron de inmediato.

— Julián, esto es... - fue lo único que atinó a decir, pues aún estaba asimilando todo aquello y no encontraba las palabras exactas para seguir hablando. El lugar estaba perfectamente decorado con rosas, velas, globos y un sinfín de detalles más que hacían que el corazón de Refugio se desbordara de alegría.

— No digas nada. - pidió y acarició su mejilla con amor. — En este lugar pensaba pedirte que fueras mi novia, sin embargo; no pude aguantarme las ganas y lo hice antes de tiempo, pero aún así, quiero pedírtelo formalmente. Refugio Hernández, ¿Quiere darle usted una oportunidad a este pobre hombre que se muere de amor por usted y que sólo quiere amarla, hacerla feliz y hacerle ver que nunca es tarde para amar? - inquirió con nerviosismo mientras esperaba una respuesta.

Para este entonces, las mejillas de la mujer estaban siendo invadidas por las lágrimas en ese momento. Jamás se imaginó que Julián le pidiera ser su novia de esa manera. — Yo... acepto, por supuesto que quiero ser tu novia, Julián. - dijo sin titubear mientras lo miraba fijamente a los ojos. La reacción del magistrado no se hizo esperar y con júbilo la alzó en sus brazos para girarla un poco.

— Dios mío, no sabes lo feliz que me hace el saber que has aceptado a este pobre hombre que se muere por ti. - expresó con los ojos un poco llorosos y luego la dejó en el piso con delicadeza. — Pero no quiero que llores, mi amor, eres demasiado bonita para hacerlo. - comentó con sinceridad. — Yo sólo quiero hacerte feliz, Refugio y te quiero como jamás he querido a nadie. - manifestó secando sus mejillas y se acercó a sus labios para darle un beso lleno de amor. Acto que a la mujer no le dio tiempo a decir nada y terminó correspondiendo de la misma manera que él.

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Julieta se encontraba esa noche en la panadería de su prometido, pues unos meses atrás, Apolinar le había pedido que trabajara con él y ella encantada aceptó.

Renaciendo a tu amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora