Capítulo 4. "Quizás, algún día."

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El rostro de Refugio estaba perplejo al escuchar tremenda proposición, a decir verdad no se esperaba en lo absoluto lo que el juez planteó en ese momento. Así que segundos después, prosiguió a hablar.

Julián, yo... no sé qué decirte, en verdad esto me toma por sorpresa. - confesó ella apenada.

— No tienes porqué decirme nada, sólo dije "quizás, algún día", bonita. No me refiero a que sea ahora. - esclareció serenamente y llevó una de sus manos al rostro femenino para acariciarlo.

— Lo siento, pero te prometo que lo voy a pensar, ¿sí? - Julián sólo asintió y la atrajo hacia él para besarla suavemente.

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Dos horas más tarde, luego de tener una velada romántica y con palabras llenas de amor, Julián decidió que ya era momento de regresarla a casa. No quería abusar y menos, darles motivos a sus hijos para que desconfiaran de él o algo así. Así que después de subir los dos al auto, emprendieron camino nuevamente a la vecindad. El tráfico esa noche estaba bastante ligero, lo cuál les permitió llegar antes de lo previsto al lugar.

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En una pequeña cafetería de la ciudad, se encontraban Nacho y Chelito platicando muy a gusto, hasta que hubo un momento en el cual ella se disculpó para ir al baño, cosa que el joven asintió sin problemas y decidió esperarla.

Una vez que la chica hiciera sus necesidades, lavó sus manos y se retocó el labial para emprender camino nuevamente a la mesa. Así que sin más, salió de cubículo con intenciones a volver a su lugar, pero alguien la interceptó no más puso un pie afuera.

— Vaya vaya, pero que mujercita tan guapa tenemos por aquí. - "halagó" el nefasto sujeto con morbosidad.

— Este... gracias, pero sí me disculpas, tengo que retirarme. - intentó concluir con amabilidad para después encaminarse a la mesa, pero éste la detuvo.

— ¿Por qué tan de prisa? Te he estado observando desde hace un buen y me pareciste preciosa.

— Porque como comprenderás, mi novio me está esperando. Así que en buen plan, te pido que me dejes pasar. - exigió con bastante seriedad.

—Tu novio puede esperar, mamacita. Créeme que no me molesta compartirte. - se aproximó a decir mirándola de arriba abajo.

— Eres un idiota, obviamente que eso jamás pasará. - aseguró rodando los ojos y se dispuso una vez más a irse del sitio, pero aquel sujeto la tomó con algo de fuerza por el brazo.

— Óyeme, ¿qué te pasa? - indagó ella molesta. — Es mejor que me sueltes, maestro, porque de lo contrario, te va a pesar. - advirtió irritada.

— ¿Ah sí, mamacita? ¿Y que piensas hacerme? - preguntó jocosamente y la tomó de la cintura. Acto que al joven que venía entrado, no le gustó para nada ver esa escena.

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Después de que Julián dejara a Refugio en su casa, se despidieron prometiéndose ver entre semana y ella entró a su hogar. Una vez que cerró la puerta y dejó las llaves en su lugar, bajó el pequeño escalón y cuando estuvo frente a la Virgen, se persignó dándole las gracias por todo lo acontecido ese día.

— Vaya, pero sí es tardísimo y al parecer, Nachito no ha llegado. - habló para sí misma dejando su bolsa en el sofá, mientras se dirigía a la cocina para tomarse un vaso con agua y segundos después se encaminó a su habitación. Había sido una larga noche y necesitaba descansar.

Renaciendo a tu amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora